La ópera Die Walkre planea majestuosa durante cinco horas en el Teatro Real gracias a una producción brillante -aunque de ambientación discutible- con grandes direcciones musical y artística y un reparto excelente. La primera de las tres jornadas más prólogo que conforman el ciclo El anillo del Nibelungo de Richard Wagner (1813-1883) estuvo a la altura de las expectativas.
Estructurada como los antiguos dramas griegos, la monumental tetralogía wagneriana comienza con la ópera El oro del Rin, prólogo explicativo de la saga, presentado la pasada temporada. Le sigue ahora La valquiria, que narra el origen del héroe Siegfried (Sigfrido), fruto del amor incestuoso entre los gemelos Sigmundo y Siglinda, -hijos extramatrimoniales del dios Wotan, concebidos en una de sus mltiples aventuras amatorias con mortales haciéndose pasar por un tal Wälse, de quien el dios espera recibir ayuda en el futuro para la conquista del poder supremo, materializado en la posesión de El anillo del nibelungo.
La unión carnal de los dos hermanos, tras el adulterio de Siglinda, es maldecida y perseguida por la irascible mujer de Wotan, la diosa Fricka. Pero Brunilda, -una de las valquiririas hijas del dios Wotan y la madre tierra, la diosa Erda, concebidas como doncellas guerreras para defender el Olimpo germánico, el Walhalla, del acecho de los Nibelungos y recoger las almas de los héroes muertos en batalla para formar con ellos un ejército invencible-, hija predilecta del dios, protege a los mellizos amantes por encargo de su padre. Cuando Wotan cede frente a Fricka y ordena a Brunilda retirar su apoyo a los gemelos, y dejar que Sigmundo muera a manos de Hunding, el marido traicionado de Siglinda -a la que tenía exclavizada exclavizada después de comprársela a los malvados que la secuestraron tras matar a su madre aprovechando la ausencia de Wälse y Sigmundo-, esta -es decir, Brunilda- se rebelará contagiada del idealismo de Sigmundo y aunque permitirá la muerte de este, protegerá a su hermana gemela para que pueda engendrar a Sigfrido y dar continuidad a esta epopeya nórdica tan complicada y tan absurda, en la que Wagner se tomó todas las licencias argumentales necesarias al servicio de lo importante, el despliegue musical más sensacional de la historia del género
En su concepción de El anillo del nibelungo, el director canadiense Robert Carsen, junto con el escenógrafo y figurinista Patrick Kinmonth y el iluminador Manfred Voss, trasladan el universo mitológico wagneriano a un paraje bélico en la estepa nevada, donde ametralladoras y uniformes casan mal con el libreto y miucho menos con el papel protagonista de la espada mágica que Wälse ha dejado clavada en un fresno para que solo Sigmundo pueda desclavarla. Carsen ha buscado con ello que las luchas de poder, las pasiones y las relaciones entre los personajes cobren mayor interés para el pblico germano, más acostumbrado a la representación tradicional de la obra, pero con ello oscurece más que aclara la trama para pblicos que ven por vez primera o segunda esta obra. Siguiendo tangencialmente el pesimismo filosófico de Arthur Schopenhauer (1788-1860) y en la estela del dramaturgo y crítico Bernard Shaw (1950-1956), quien veía en la tetralogía wagneriana una alegoría de la sociedad estratificada en clases, Carsen querría dejar patente en su puesta en escena el poder destructivo del capitalismo feroz, cuando la ambición desenfrenada de poder y de riqueza conduce inevitablemente a la destrucción de humanidad, de las relaciones interpersonales y de los lazos familiares. Tanto valor añadido sobra en nuestro humilde criterio.
No obstante, es baladí ante el inmenso acierto de Robert Carsen en la dirección de la dramaturgia, la belleza sobrecogedora de la escenografía de Patrick Kinmonth y sobre todo ello la dirección musical de Pablo Heras-Casado, la excelente ejecución de la orquesta y la sobresaliente actuación del reparto. En el primero de los dos desplegados, Stuart Skelton, René Pape y Tomasz Konieczny forman ese triangulo desafiante entre Sigmundo y Hunding con Wotan en el vértice superior que enfrenta al tenor australiano Stuart Skelton con el veterano bajo René Pape, supeditados ambos humanos a los dilemas que atormentan al bajo polaco Tomasz Konieczny como el dios Wotan. Su compatriota Adrianne Pieczonka hizo una Siglinda de enorme calado acompañada de Ricarda Merbeth en una Brunilda bastante plana y Daniela Sindram en una Fricka poco iracunda. Las voces volaron casi siempre por encima del divino estruendo de una orquesta con 104 instrumentos, entre ellos seis arpas. No nos sentimos capacitados para ir más allá en el análisis técnico de las voces, pero en conjunto e individualmente nos parecieron bien, bien cumplidas.
Al igual que Das Rheingold, Die Walkre fue construida utilizando técnicas compositivas derivadas de las sinfonías de Beethoven. En ellas los temas se presentan desarrollados, interconectados y recapitulados además, solo en Wagner cada tema representa a una persona, un concepto o una cosa (como Siegmund, Sieglinde, Hunding, Wotan, la espada, la tormenta, el Valhalla y otros), y estos temas se desarrollan, transforman y combinan para presentar un discurso musical que además de ser coherente por separado, es una reflexión en tiempo real del drama que se despliega en escena [] Es con mucho la más hermosa de sus obras [de Wagner], especialmente el primer acto. La msica de amor que contiene está compuesta de modo exquisito con una cadencia perfecta, y el clímax, cuando Siegmund toma la espada que ha dejado su padre ausente, es uno de los momentos de mayor emoción en la ópera. Y la potencia dramática de las escenas de Brunilda es incontestable, al igual que los asombrosos colores orquestales que se concentran para ese galope de las valquirias y para la msica del fuego mágico que cierra la ópera, escribe fervoroso Chris Walton en el programa de mano, que sin embargo no olvida recordarnos la sombra de tan excelso creador, un personaje humano bajito y maloliente que paga a su mecenas acosando a su esposa.
La gran saga wagneriana proseguirá en las dos próximas temporadas, con Siegfried y El ocaso de los dioses, siguiendo los pasos del héroe de la tetralogía desde su glorificación hasta el cataclismo final, y en el marco de la misma producción creada por Carsen y Kinmonth -con ese problema de ambientación ya reseñado-, prosiguiendo con su mensaje de politización infantil de que solo la consciencia de los problemas de la humanidad y de nosotros mismos, permite su solución.
Esta Valquiria voló alto, empujada por persistentes aplausos del pblico en los entreactos, que no descuidó dedicarlos también efusivamente a la orquesta. Fue un espectáculo reralmente soberbio, de esos que se ven pocas veces en la vida. Aunque La valquiria es bastante programada -la 36 de las cien más representadas en 2005-2010, la tercera de Richard Wagner, tras El holandés errante y El oro del Rin- no son muchas las ocaciones para el aficionado medio. Sobraría decir que esta habría que aprovecharla a toda costa.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Dirección musical: 8
Dirección artística: 8
Voces: 8
Orquesta: 8
Escenografía: 6
Movimiento actoral: 9
Producción: 8
Programa de mano: 9
Documentación a los medios: 10
TEATRO REAL
Die Walkre (La valquiria)
Primera jornada en tres actos del festival escénico Der Ring des Nibelungen
Msica y Libreto de Richard Wagner
12, 14, 16, 18, 21, 23, 25, 27, 28 de febrero
Una producción de la Oper Kln
Director musical Pablo Heras-Casado
Concepción Robert Carsen, Patrick Kinmonth
Director de escena Robert Carsen
Escenógrafo y figurinista Patrick Kinmonth
Iluminador Manfred Voss
Responsable de la reposición Oliver Kloeter
Reparto
Siegmund Stuart Skelton (12, 16, 21, 25, 28) Christopher Ventris (14, 18, 23, 27) Hunding René Pape (12, 16, 21, 25, 28) Ain Anger (14, 18, 23, 27) WotanTomasz Konieczny (12, 16, 21, 25, 28) James Rutherford (14, 18, 23, 27) Sieglinde Adrianne Pieczonka (12, 16, 21, 25, 28) Elisabet Strid (14, 18, 23, 27)
Brnnhilde Ricarda Merbeth (12, 16, 18, 21, 25, 28) Ingela Brimberg (14, 23, 27)
Fricka Daniela Sindram
Gerhilde Julie Davies
Ortlinde Samantha Crawford
Waltraute Sandra Ferrández
Schwertleite Bernadett Fodor
Helmwige Daniela Khler
Siegrune Heike Grtzinger
Grimgerde Marifé Nogales
Rossweise Rosie Aldridge
Duración aproximada 4 horas y 45 minutos
Acto I: 1 hora y 10 minutos
Pausa de 20 minutos
Acto II: 1 hora y 35 minutos
Pausa de 20 minutos
Acto III: 1 hora y 15 minutos
A las 19:00 horas. Domingos, 17:00 horas.
Las funciones de La valquiria están patrocinadas por la Fundación BBVA.
Como actividad paralela se proyectarán en la sala principal del Teatro Real las dos películas de Fritz Lang (1890-1976) que conforman Los nibelungos: La muerte de Siegfried (21 de marzo a las 20.00 h.) y La venganza de Krimilda (28 de marzo a las 20.00 h.). Para acompañar las películas, la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección de Nacho de Paz, interpretará las partituras originales del compositor Gottfried Huppertz (1887-1937). El mismo equipo Lang, Harbou y Huppertz- dejaría su impronta en la historia del cine con Metropolis, la pionera película expresionista de ciencia ficción.
Se ofrecerán también, como programación complementaria a la ópera, otras actividades en el Museo Lázaro Galdiano, el Museo Naval y el Teatro Real.