guía cultural

Renacimiento de y para la tristura

José Catalán Deus | Domingo 20 de octubre de 2024

Su éxito la temporada pasada con Así hablábamos, ha supuesto para esta compañía el reestreno de esta pieza anterior, de 2020, una producción ambiciosa para un ingenioso, desigual, vitalista e interesante manifiesto generacional , ambientado en el final de una representación teatral, con su desmontaje y la preparación del próximo espectáculo, abordando problemas personales y situación laboral del equipo técnico que interviene.

Otra vez el teatro dentro del teatro, pero desde una óptica original. Un espectáculo con veinte intérpretes -actores, figurantes y danzantes-, no se ve todos los días. Y si viene acompañado de una avalancha sonora como la que nos propina Adolfo García y un despliegue luminotécnico de la sapiencia del de Carlos Marqueríe, más la propina final de la brutal coreografía de Mucha Muchacha, hay que prepararse; aunque sea difícil, pues La Tristura es bastante hermética en sus explicaciones, no distribuye imágenes y se camufla citando a otros. La primera cita recibe al pblico desde que toma acomodo en su butaca y es de una filósofa llamada Marina Garcés: Nos queremos volver a despertar mañana. Es un deseo humano, íntimo y político para el que necesitamos herramientas y esfuerzo, pero también ternura y deseo. Si se desmenuza, no dice mucho. También dan preferencia en su página a los situacionistas, inspiradores colaterales del Mayo del 68, citando: Hasta ahora, los filósofos y los artistas no han hecho más que interpretar las situaciones; de lo que se trata ahora es de transformarlas. En la medida en que el hombre es producto de las situaciones que atraviesa, lo importante es precisamente crear situaciones humanas. Y toda vez que el individuo se define por su situación, aspira al poder de crear situaciones dignas de su deseo. Es bajo esa perspectiva que debe fundirse y realizarse la poesía.

Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez -el trío tristuro han ideado y dirigido una pieza original inspirada en el discurrir de un equipo técnico de un gran teatro como ejemplo de su panacea, el colectivo, todo lo contrario al individualismo feroz que otros profesamos después de haber sido tan colectivos como para entregar tu juventud entera a la gran causa pendiente de la liberación de la humanidad: Queremos pararnos a observar el tipo de diálogo y de intercambio que ahí se genera. Un tipo de cooperación an concreta y tangible, donde se hace evidente que sin el colectivo, sin la comunidad, será imposible tener todo listo para cuando se alce el telón. Y establecen una triple analogía entre el Renacimiento como etapa histórica, renacimiento como desmontaje de una escenografía y montaje de la siguiente, y renacimiento como renacer de la democracia a España.

Todo cogido por los pelos. Demasiado significados. Lo del supuesto renacer de la democracia en España se superpone a la trama escénica mediante pantallas de texto que dividen la obra en cinco fechas: 1975, sin alusión alguna a los fusilamientos del 27 de septiembre; 1983, porque es el año en el que nació el autor del texto; 2010 porque brotó la protesta 20-M de la Puerta del Sol; 2001 por el atentado del 11-M; y 2024 para llegar hasta aquí. Caprichoso, hay muchas más fechas. Lo que dice la pantalla no tiene nada que ver con lo que se desarrolla en escena, se superpone para redoblar el significado. Dicen que la obra se dibuja a partir de momentos icónicos de nuestra democracia que lejos de cimentarse, parece sufrir un deterioro en línea con otras democracias occidentales. No se trata de juzgar nada, si no de observar desde otro lugar y tal vez tomar conciencia de que estamos simplemente en la infancia de nuestra historia democrática, y que todo está de nuevo por construir.

Tristura es un término antiguo y muy sugerente para mencionar la tristeza. La obra tiene uno de los peores comienzos que hemos visto, rememorando la citada pieza teatral de Shakespeare en su celebérrimo final, en el que el rey Ricardo III exclama Mi reino por un caballo! antes de morir en la batalla de Bosworth, que segn ellos marca el final de la Edad Media para dar paso al Renacimiento, a una nueva era, un trayecto muy largo y complejo como para ser así liquidado. Esta introducción es larga, desconcertante y presagia lo peor. Menos mal que el tercio cambia, aunque para otra larga e inane escena del equipo técnico limpiando el escenario tras la representación. Lentamente, entramos en materia mediante dos diálogos supuestamente privados pero trasmitidos a pleno micrófono entre un técnico que le cuenta a otro prolijamente un encuentro con su ex pareja y otro técnico que le cuenta a su jefe asuntos curiosos de su vida. Diálogos muy realistas y representativos quizás de los conflictos de relación y personalidad de la generación esta, la que llamamos con cariño de los jóvenos, que ya muy treintañeros e incluso cuarentones no maduran ni de coña y siguen considerándose jóvenes.

Todo el equipo va montando el entramado de iluminación, escenografía y maquinaria para un nuevo espectáculo, metáfora de la buena nueva, de la arcadia que amanece: Cuando empezamos a escribir, queríamos hablar de un renacimiento vital, humano y social, un despertar después de cincuenta años de democracia. Cuando la terminamos, en medio de una pandemia que no logramos comprender, se convirtió en un grito en busca de una vida en comn más completa, más sabia, más salvaje y alegre. Deus meu, más completa, sabia, salvaje y alegre Ahí es nada.

A la propuesta la salva la excelente reconstrucción de cómo un idealizado colectivo se las bandea para abordar un problema que les afecta a todos mediante el muy democrático procedimiento de la asamblea general, donde todos pueden hablar pero pocos lo hacen, donde alguien la conduce con aquiescencia de la mayoría silenciosa, donde las escasas voces disidentes son mal vistas, y donde siempre se busca un culpable. Finalmente, llega la catarsis en forma de danza reivindicativa tan contundente como efervescente, una pompa de jabón.

lvaro Vicente, director de la revista teatral Godot y uno de los figurantes de la pieza, es naturalmente un entusiasta del asunto: Conocí a Violeta Gil y a Celso Giménez en 2005, compartiendo un taller de dramaturgia? que impartía Angélica Liddell en La Casa Encendida. La Tristura era apenas una recién nacida. El taller tenía como leit motiv RicardoIII. [] Lo significativo es que, en nuestra bisoñez, entendimos algo sobre el diálogo entre las artes, sobre que el teatro se puede hacer desde lugares menos explorados por la academicista pedagogía teatral establecida del momento. La poética escénica de La Tristura, pasados veinte años, tiene muy poco que ver con el trabajo de Liddell, pero es indiscutible que hay en ellos un anhelo por construir teatro desde la poesía, el cine, la msica o el arte que consumen, lo que ha terminado por marcar su identidad artística [] Hoy, cuatro años después del estreno, parece más acuciante la sensación de estar viviendo un periodo de transición a nivel global que solo entenderemos con la distancia del tiempo. Esta y otras concomitancias explican el favor de la crítica, un favor de tufo exclusivista que todas las generaciones sufren y padecen. Y del que se aprovechan.

La Tristura dice dedicarse a lo que llaman situaciones humanas, cogiendo aspectos de la realidad para ficcionarlos, y con la certeza de que la intimidad y la poesía son, esencialmente, conceptos políticos. Cumplen veinte años en tan elevado cometido, y para celebrarlo el Condeduque presenta una selección de tres de sus trabajos, uno por cada uno de sus miembros podría decirse: el más literario, con Violeta Gil y su show poético Antes de que tiréis mis cosas; el más cinematográfico, con un pase comentado de Las chicas están bien a cargo de su directora Itsaso Arana; y el más teatral, que rene a las dos citadas con Celso Giménez, con el cierre de gira de Renacimiento, que ha estado estos años por aquí y acullá representándose.

Renacimiento es inferior al citado Así hablábamos (ver nuestra reseña de entonces). Es un espectáculo con altibajos pero notable, con un mensaje confuso de rebeldía elegante. Pero por más que cada generación se ponga estupenda proponiendo grandes cambios, la tristura intrínseca a lo humano se va imponiendo y al final se hace inevitable.

VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 8
Texto: 8
Dramaturgia: 7
Dirección: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 7
Iluminación: 9
Producción: 9
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 5

Centro de Cultura Contemporánea Condeduque
Renacimiento
18 y 19 de octubre de 2024

EQUIPO ARTÍSTICO
CREACIÓN La Tristura
INTÉRPRETES Roberto Baldinelli, Alván Prado, Mundo Prieto, Emilio Rivas y Marcos Úbeda
FIGURACIÓN lvaro Vicente, David López, Enrique Baró, Fernand Jariego, Siro Ouro
BAILARINAS Ana Botía, Teresa Garzón, Marta Marmol, Marina de Remedios, Chiara Mordeglia,
Ainhoa Linaza, Macarena Bielski, Lucía Marote

Diseño de Iluminación Carlos Marquerie
Diseño de Escenografía y Vestuario Cecilia Molano
Diseño de Sonido Adolfo García
Dirección de Producción Alicia Calot
Producción ejecutiva Ana Botía
Dirección Técnica Cristina Bolívar
Coreografía Mucha Muchacha
Voz Vera Cort

Producción: Teatros del Canal, Théâtre de Liège Noorderzon/Grand Theatre Groningen, Ayuntamiento de Madrid, La tristura. Con el apoyo del proyecto teatral europeo Próspero.