Roto el maleficio que la sepultaba, esta ópera española emerge como una creación destacada de nuestra lírica. Lo hace un siglo después de su creación y en una versión concierto muy parca, lo que dificulta apreciar sus méritos. Ahora toca estrenarla en una gran producción del Teatro Real y programarla con alguna frecuencia, tal y como merece. Es una aportación española al género de nivel comparable a las grandes de su época.
En 1902 Claude Debussy estrenaba Peleas y Melisande; en 1901 aparecía Rusalka de Antonín Dvoák, y el año anterior Giacomo Puccini terminaba Tosca. La Celestina constituyó una especie de mito para esa generación dorada de nombres tan significados, todos alumnos de Pedrell, como Enrique Granados, Isaac Albéniz, Amadeo Vives, Enrique Morera, Manuel de Falla, Juan Manén, Adolfo Salazar o Roberto Gerhard. Esta obra emblemática, nunca estrenada, fue no obstante conocida a través de su edición para piano de 1903 y admirada desde entonces. Este acto de inteligencia cultural del Teatro de la Zarzuela está cargado por ello de significado, y una vez más nos recuerda el drama de ser compositor de ópera en España. Asistiremos, 120 años después de su creación, al estreno mundial de una ópera cargada de historia, de culto, diríamos hoy, y sin duda, la más madura de toda la producción pedrelliana. Más allá del valor objetivo de La Celestina, con este acto se repara un auténtico delito cultural, dado el peso que tuvo la obra a comienzos del siglo XX. Es de justicia agradecer al joven musicólogo David Ferreiro Carballo el esfuerzo titánico de hacer una edición moderna de las 750 páginas del manuscrito original; sin ello esta aventura sería imposible, escribe Emilio Casares Rodicio en el magnífico programa de mano (todavía los teatros de Madrid siguen sin restablecer la costumbre que interrumpió la pandemia, y el pblico se aguanta).
La Tragicomedia de Calisto y Melibea aparece en los ltimos años del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, y desde entonces ha supuesto un misterio, de gestación complicada y autoría dudosa, aunque el toledano Fernando de Rojas (1465-1541) no haya podido ser apeado de esa gloria y los expertos no sepan si definirla como novela o teatro, clasificaciones posteriores para facilitar las cosas. Don Fernando fue fundamentalmente un jurista de prestigio en Talavera de la Reina al que no se le conoce ninguna otra tentación literaria en su larga vida.
El catalán Felipe Pedrell (1841-1922) creó la musicología moderna española. Fue el primero en estudiar la msica tradicional o folclórica española, encontrando particularmente en el flamenco el objeto e inspiración adecuados para emprender la bsqueda de una msica nacional o de carácter propio en España. Por otra parte, fue editor y estudioso de la obra de Tomás Luis de Victoria, reivindicando la gran tradición renacentista española conducente al Barroco. Gracias sobre todo a la gran labor de Pedrell, los compositores españoles comenzaron a incluir temas, ritmos y escalas propios de la tradición española, creando lo que se conoce como nacionalismo musical español paralelo al resto de los nacionalismo musicales europeos del período. Se afirma que su catálogo supera las trescientas obras, con una especial presencia de la msica lírica, pero óperas tiene seis. En realidad, está pendiente de una valoración completa y afinada.
Esta tragicomedia lírica de Calisto y Melibea en cuatro actos (tres, dice la Wikipedia, para que nos hagamos cargo del abandono en que se encontraba) era todo un desafío. El texto original en castellano antiguo estimuló a Pedrell. El que para los primeros románticos la obra tuviera significado trascendente y oculto, le decidió definitivamente, impresionado por la tensión del argumento (intriga lo llaman ahora). Tomo una decisión muy importante a la hora de escribir el libreto: Cuando me vi en el caso de condensar así las palabras como la acción, utilicé fragmentos de un antiguo romance, que viene a ser un compendio en verso de La Celestina, romance no tradicional ni popular, pero sí muy viejo y de gran curiosidad literaria (al parecer se trata de la Égloga de la tragicomedia de Calisto y Melibea de prosa trobada en metro por don Pedro de Urrea, dirigida a la Condesa de Aranda, su Madre; es una copia manuscrita del siglo XVIII que teatraliza la historia original; se conserva en la Biblioteca Nacional de España); y cuando para producir efectos deseados, como la escena de exposición o del deporte de caza, o como los cuadros terceros de los actos segundo y tercero, indicados de pasada, solamente, en la obra de Fernando de Rojas, y que por muy dramáticos entraban de lleno en mi plan, acudí a nuestro romancero general o a la misma obra de Rojas, utilizando los paralelismos de la narración o las reflexiones morales que de ella se desprendían y que para el desarrollo lógico de la acción se me ofrecía a manos llenas con la riqueza de detalles que es de admirar en un prosista tan poeta, y en un prosista y un poeta tan msico por lenguaje y por conceptos, como Fernando de Rojas.
Un libreto certero y una partitura inesperadamente contundente, más centroeuropea de lo que él pensaba. La orquestación apasionada y densa, con una orquestación muy potente que llega a sumergir las voces en no pocos momentos, que se gestó con gran rapidez durante el año 1902. El día 30 de junio, comenzó a hacer la selección del libro y la composición. Empezó la escritura por el ltimo acto a fin de evitar la fatiga que siempre llega al final de la obra. Hay una gran evolución de estilo entre su anterior obra, Els Pirineus, y Pedrell se presenta más maduro y seguro, más desenvuelto en el tratamiento armónico, más rico en detalles rítmicos. Los motivos guías son numerosos, e interesantes armónicamente. La relación del texto y de la msica es más estrecha y sugerente. Y el aroma wagneriano va creciendo con las intervenciones corales hasta ser clamoroso en la enorme despedida del mundo de Melibea.
En esta versión en concierto se ha eliminado del Acto Primero el diálogo entre Calisto y Parmeno (escena III) y algunos fragmentos del primer encuentro con Celestina (escena IV); del Acto Segundo, Cuadro Primero, el diálogo entre Parmeno y Sempronio (escena I), así como fragmentos del diálogo entre Lucrecia y Celestina (escena IV); del Acto Tercero, Cuadro Primero, fragmentos de la visita de Calisto a Melibea (escena I); y del Acto Cuarto parte del diálogo entre Pleberio, Lucrecia y Melibea (escena II) y del lamento de Melibea (escena III).
La inexistencia de contexto escenográfico provoca algunos inesperados saltos en la trama, pero todo el mundo sabe de qué va La Celestina. La dirección musical de Guillermo García Calvo tiene el mérito añadido de los estrenos mundiales, la ausencia de sugerencias y comparaciones que alimentan las óperas cuando tienen largo recorrido. Y el hacer subir de nivel a una orquesta acostumbrada a la menor exigencia zarzuelística. El reparto ganó el reto, aunque no ajustaran del todo el papel de Celestina en Maite Beaumont, una soprano joven que chocaba en cuerpo y alma con el personaje arquetípico de la vieja malvada, y el de Calixto en Andeca Gorrochategui: sí que su voz de tenor lírico-spinto sería la adecuada; más dulce, menos aguda y grandilocuente nos hubiera gustado. Sin duda Miren Urbieta-Vega hizo una gran Melibea. Preciso el Sempronio de Juan Jess Rodríguez y an más sucinto el Parmeno de Simón Orfila. Pero personajes tan tremendos son imposibles de imaginar en una fila de sillas, cada cual vestido a su manera. Y se echaron en falta un control del vestuario y un maestro actoral: precisamente, careciendo de cobertura, los cantantes tenían que transmitir duplicado el contenido de las escenas y sus sentimientos variables; apenas ocurrió.
La orquesta y el coro estuvieron a gran altura. Pero el pblico no llegó a tanto: ni llenó el aforo ni apreció lo que de extraordinario tenía la propuesta. Aplaudió educadamente la mayoría que no salió corriendo. Es increíble la fuerza que mantienen algunos prejucios del pasado, como el del enfretamiento entre la zaruela y la ópera. Solo han colaborado a mantener el hándicap de la primera y a casi borrar la segunda en su faceta española. El que lo entienda, que nos lo explique.
El 3 de julio de 2008 se cantaron dos escenas en el Liceo, seleccionadas y dirigidas por Antonio Ros Marbá, con Marina Rodríguez Cusí como Celestina, Ana Ibarra como Melibea y Jeffrey Dowd como Calisto. No obtuvieron refrendo. Pero en septiembre la Zarzuela estrenó con msica y libreto del compositor Joaquín Nin-Culmell, otra versión a partir de la obra de Fernando de Rojas, con textos incorporados de Juan del Encina. El siglo XV español pasado por el tamiz musical del siglo XX, decíamos (ver nuestra reseña). No seremos nosotros quienes las comparen.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Libreto: 8
Partitura: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: n/h
Voces: 8
Orquesta: 8
Coro: 8
Producción: 6
TEATRO DE LA ZARZUELA
La Celestina
Tragicomedia lírica en cuatro actos
Versión en concierto
Msica y libreto de FELIPE PEDRELL
Libreto basado en la tragicomedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas
Viernes 9 y domingo 11 de septiembre de 2022
Dirección musical
GUILLERMO GARCÍA CALVO
Reparto
Celestina MAITE BEAUMONT;
Melibea MIREN URBIETA-VEGA;
Calisto ANDEKA GORROTXATEGI;
Sempronio JUAN JESÚS RODRÍGUEZ;
Parmeno SIMÓN ORFILA;
Lucrecia SOFÍA ESPARZA;
Elicia LUCÍA TAVIRA;
Areusa GEMMA COMA-ALABERT;
Pleberio JAVIER CASTAÑEDA;
Tristán MAR ESTEVE;
Sosia ISAAC GALN.
Orquesta de la Comunidad de Madrid. Titular del Teatro de La Zarzuela
Coro del Teatro de La Zarzuela. Director: Antonio Fauró
Edición crítica de David Ferreiro Carballo
(Instituto Complutense de Ciencias Musicales /
Sociedad Española de Musicología, 2022)