guía cultural

Iconos en la exploración del destino

José Catalán Deus | Domingo 18 de mayo de 2025
Una burla didáctica, como todas las suyas, para hablar de un puñado de personajes simbólicos de las tragedias griegas, con colofón de mitología hindú para terminar las risas. El inigualable Rafael Álvarez ‘El Brujo’ se mantiene en los escenarios por saber, edad y gobierno. La última entrega de este Brujo bufón y carismático es mejor que las anteriores. Un caso único.

De su exitosa fórmula de monólogo disparatado ya hemos hablado muchas veces. El Brujo ha acuñado en décadas de trabajo a contracorriente un método accesible de comunicar al espectador corriente y moliente extractos de los clásicos bien sazonados de sal y pimienta para que a nadie atraganten. Así ha conseguido un público devoto y entusiasta que disfruta un buen rato mientras conoce atisbos de la literatura clásica y algunas verdades útiles que este artista pule con una larga experiencia vital que no ha descuidado la dimensión espiritual hoy tan escasa.

Un icono es una persona u objeto que representa o simboliza un elemento cultural. Podría considerarse que este espectáculo es la tercera parte de una trilogía de relatos clásicos en torno a la tradición oral de los relatos mitológicos sobre los que se construyen las grandes tragedias griegas. Le precedieron ‘Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia’ y posteriormente ‘Los dioses y Dios’. Un recorrido por el que el lenguaje y los recursos de la comedia se confrontan con los argumentos de las tragedias clásicas más conocidas para sacar moralejas ingeniosas y chistes desternillantes.

Esta vez la emprende con Medea, Edipo, Antígona y compañía, personajes descomunales protegidos o perseguidos por los dioses de ese Olimpo griego que por más que estudies y conozcas nunca vas a entender. Nos cuenta del semidios Sileno, supeditado a Dionisio, dios de la tragedia, que cuando aquel rey Midas, condenado a convertir todo lo que tocaba en oro, le preguntó qué era lo mejor para el ser humano, Sileno le contestó que lo mejor sería no haber nacido. Ante la sorpresa de Midas, añadiría: ‘Pero no te preocupes, ya que has nacido, lo mejor para ti sería morirte cuanto antes’. Casi un silogismo sobre el absurdo de buscar un por qué a la existencia.

Con esta y otras muchas anécdotas, explicaciones e interpretaciones en torno a los citados y otros personajes legendarios -de Agamenón a Áyax, Electra, Orestes, Hécuba, Yocasta, Creonte o Tiresias (el vidente ciego del que por alguna razón no le cita por su nombre)- El Brujo va narrando con su peculiar estilo de gestos, ademanes e inflexiones de voz una historia plagada de referencias irónicas a la actualidad y subrayada con acordes musicales puntuales de su eterno acompañante misterioso, Javier Alejano. Un monólogo ameno con un extraordinario despliegue de humor blanco, de ese que llamamos sano, con el que no se para de reír todo el tiempo sin mofarse de nadie.

Como su título indica, ‘Iconos o la exploración del destino’ contiene reflexiones serias e intuiciones respetables sobre el misterio que traman en nuestra existencia el azar y el destino, el designio divino y el libre albedrío, el yo y sus circunstancias, lo explorado y la aventura, la fuerza de la costumbre y la fuerza de la voluntad. Y cuando el tema se le agota en el último tercio del espectáculo, una pirueta argumental nos traslada a la mitología hindú -un galimatías que deja el olimpo en simpleza- y por ahí llegamos a la reencarnación infinita arrastrados por el karma que condiciona nuestras vidas actuales con el poso de las vidas pasadas.

No se asusten, que para El Brujo todo esto es pan comido, que resuelve con piruetas de ingenio y recursos de cómico elegante, con historietas de su infancia, con alusiones a Trump y a Díaz Ayuso, al emérito y al monclovita, al feminismo omnipresente y a todas las tonterías del pensamiento único dominante, sin olvidar a la división azul, a ‘picassín’ y el arte abstracto, para desembocar en las vanas pompas del mundo, los carnales instintos impulsores, la presencia invencible de la muerte, y finalmente recalar en las propiedades terapéuticas de la meditación, del silencio… de la nada. La biblia en verso, la vida en broma.

Realmente los cien minutos que se anuncian -más bien 120 debido a su incansable fogosidad- se pasan con esa ingenua alegría que ya nos cuesta tanto encontrar, eso tan escaso y fugaz que es sentirse relajado, a gusto, casi feliz por un rato. Parece poco, pero desde nuestro punto de vista nos libra de entrar en todos esos detalles técnicos obligatorios en toda reseña teatral que se precie. El Brujo predica sutilmente mientras divierte a tope. Es un juglar inofensivo. Diríamos que hasta necesario.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Texto: 8
Dramaturgia: 6
Interpretación: 10
Puesta en escena: 5
Música: 5
Producción: 7
Programa de mano: n/h
Documentación a los medios: n/h

Teatro Bellas Artes
Iconos o la exploración del destino
Desde el 30 de abril de 2025
Rafael Álvarez, El Brujo
Música en directo: Javier Alejano

Dirección: Rafael Álvarez
Ayudante de dirección: Óscar Adiego
Escenografía: Equipo Escenográfico PEB
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Vestuario: Georgina Moustellier
Producción ejecutiva: Herminia Pascual
Fotografía: Jero Morales
Colabora: Ayuntamiento de Madrid – INAEM

Duración: 100 minutos.
De martes a viernes a las 20:00h.
Sábados, domingos y festivos a las 19:00h.
Precios
Platea: de 23,00€ a 28,00€
Anfiteatro: de 17,00€ a 24,00€
El Teatro Bellas Artes ha sido rehabilitado mediante subvenciones otorgadas por el Consorcio de Rehabilitación de Teatros de Madrid.