guía cultural

¿Viste ya los azules de Patinir?

José Catalán Deus | Jueves 20 de septiembre de 2007

José Catalán Deus

Quedan dos semanas para ver la primera exposición que un gran museo internacional dedica al pintor Joachim Patinir, artista flamenco del siglo XVI, de gran prestigio entre las minorías intelectuales por sus horizontes azules y sus metáforas visuales tremendistas: ese hombre al que le nace un árbol de la cabeza, ese jabalí atacando a un perro, esos frailes remolcando un cadáver por el río, esas salamandras en primer plano y ese incendio allá al fondo, observado por una multitud que parece agitarse bajo azules tremendos.

Contemporáneo del Bosco -con el que comparte no poca visión-, se le considera como el padre del género del paisaje. Aparte de la gran importancia de su papel dentro de la historia del arte como iniciador de la pintura de paisajes, Patinir es enormemente atractivo por la poesía y misterio de su visión de la naturaleza, además de un pintor enigmático debido al reducido nmero de obras suyas que se conservan y a lo poco que se conoce sobre su vida.

Joachim Patinir (1495-1524) era ya objeto de culto desde hace décadas por parte de intelectuales enamorados especialmente de sus cielos, del azul Patinir, algo inimitable e inigualable que transmitía especial emoción ante sus paisajes. El español Jorge Semprn popularizó este gusto distinguido en una de sus más conocidas novelas, La montaña mágica, y siempre ha habido visitantes en el Prado movidos nicamente por el gusto exclusivo de retornar ante sus cielos azules.

Patinir y la invención del paisaje se titula la iniciativa, y está bien titulada, porque no dice que sea el inventor sino que es uno de los inventores. Lo que si pintó sin duda son algunos de los horizontes más bellos e irreales de la pintura universal. El Prado lo ha sacado de su semianonimato y se arriesga a lanzarlo al consumo y conocimiento del gran pblico, cada vez más ávido de degustar exposiciones temáticas. La elección es un gran acierto.

Con un total de 48 pinturas, 22 de Patinir y el resto de sus más importantes precursores y seguidores, El Bosco, Durero o Van der Weyden, entre otros- la muestra permite contemplar por primera vez reunida la mayor parte de las obras de este singular pintor cuyas composiciones siguen sorprendiendo por su peculiar combinación de fantasía y realidad y por su lírica evocación de la inmensidad de la naturaleza. La exposición tiene por comisario a Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca del Museo del Prado.

Será la mayor proporción de obras del artista que se ha reunido nunca, la mayoría de las cuales apenas han salido de los lugares en los que se conservan debido a los específicos problemas de conservación que presentan los óleos sobre tabla. Entre las obras del maestro flamenco que estarán presentes, seis corresponden a colecciones españolas (cuatro del Prado, una del Museo Thyssen Bornemisza y otra del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial). Cabe destacar la extraordinaria presencia de sus obras en nuestro país, ya que casi una cuarta parte de su corpus se encuentra en la Comunidad de Madrid, dándose la mayor concentración en una nica institución en todo el mundo precisamente en el Prado.

Entre las obras más importantes que participan en la exposición, al margen de las cuatro que atesora el propio Museo del Prado, figuran el Martirio de Santa Catalina y Bautismo de Cristo del Kunsthistorisches Museum de Viena, el Tríptico con la penitencia de San Jerónimo del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el hermoso aunque pequeño Paisaje con la huída a Egipto del Koninklijk Museum voor Schone Kunsten de Amberes y el espectacular Paisaje con San Cristóbal de El Escorial.

La exposición muy acertadamente incluye un a primera sala de sus predecesores y una ltima a modo de epílogo con cuadros de contemporáneos o pintores de la siguiente generación influidos por su estilo. Así puede verse que en pintura nadie inventó nada, sino que la historia del arte es una evolución, una sucesión de influjos, influencias y estelas.

Si hay un color que predomina en los cuadros de Patinir es el azul. El pintor Gerardo Rueda se refería a él como un extraordinario color azul que lo baña y lo inunda todo. Sólo el color supone una especie de flechazo, de magia especial. Alejandro Vergara recuerda el día en que su padre, siendo él niño, le dijo durante un paseo por Moncloa, mirando la sierra, que las montañas eran azules, y no verdes, ni marrones: Lo viví como si fuera una revelación.

Patinir consigue pintar belleza con esos azules, pero también con una franja blanca que pinta entre el horizonte y el cielo (se repite en todas sus obras). Es una especie de promesa en el más allá. Para Patinir es una promesa de Dios, supongo. Para mí, que no soy religioso, es una promesa de felicidad o de algo más abstracto.

En el libro El joven del clavel, de Isak Dinesen, se cuenta la historia de una muchacha que coleccionaba jarrones azules, porque debía haber quedado algo de aquel tiempo en el que todo el mundo era azul. Dice Vergara que, al contemplar los cielos de Patinir, tenemos la sensación de estar ante ese azul primigenio; sentimos una sensación de epifanía.

PATINIR y la invención del paisaje
Del 3 de julio al 7 de octubre 2007
Museo del Prado
Madrid