La exposición está compuesta por treinta y cinco de las cuarenta obras atribuidas al pintor y otras treinta y una pinturas de los autores que más influyeron en su formación, entre ellos Caravaggio, Guido Reni o Carracci. De las 35, siete son atribuciones recientes, algunas sólo se conocían por reproducción fotográfica y otras apenas se han expuesto y en ningn caso lo habían sido junto a otras obras del pintor. Lo mejor de su producción se conservaba en el Prado, -la Adoración de los Magos, la Adoración de los pastores, La recuperación de Bahía o el Retrato de caballero-, y es acompañada por contribuciones de otras instituciones y colecciones, entre las que destacan San Pedro Arrepentido, procedente de la Galería Barbié de Barcelona, la Magdalena Penitente, de una colección particular, o Santo Domingo en Soriano, la más divulgada de sus iconografías, del Museo del Ermitage de San Petersburgo.
De tan importante selección, hay dos obras que queremos destacar por encima del conjunto. Una del protagonista Maíno, el Retrato de un dominico, que podría ser su autorretrato, y la otra de Gaspar de Crayer, un Felipe IV de cuerpo entero, vestido con una armadura enteramente recamada de bordados areos que es quizás el atuendo más atractivo de todos los que la pintura ha inmortalizado de aquella época. El retrato de Maíno viene de Oxford y el de Felipe IV de Nueva York. El dominico pintor de corte y el heredero real vienen de aquel siglo XVII español tan lejano. Merece la pena salirles al encuentro.
Entre todo ello, merece mención especial el Retablo de San Pedro Mártir. Los cuatro lienzos de gran tamaño que constituyen la parte más destacada de ese conjunto, son obras fundamentales de la pintura española del siglo XVII. Y dos de ellos, la Adoración de los Magos y la Adoración de los pastores, se sitan en las cotas más altas de la mejor pintura europea de la época. De las colecciones reales que dieron origen al Prado, procede La recuperación de Bahía del Brasil (1634-35), destinada a decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.
La exposición acierta completando la limitada obra -en nmero y talla- de Maíno, con numerosos emparejamientos comparativos con otros artistas de su tiempo interpretando idénticos temas. Es un placer observar adoraciones de pastores y reyes, éxtasis de san francisco, san pedros arrepentidos o magdalenas dolientes de distintos maestros junto a las de Maíno, y así poder comparar entre ellas. Es un acierto realzarle en compañía de sus contemporáneos.
Se sabe que el pintor nació en la villa alcarreña de Pastrana en 1581, hijo de un artesano milanés y una noble portuguesa al servicio de la duquesa de Pastrana, la famosa Princesa de Éboli. Pasó su adolescencia en Madrid y, en una fecha imprecisa pero que se supone hacia finales del siglo XVI, viajó a Italia, donde tendría una decisiva formación pictórica vinculada al revolucionario naturalismo de Caravaggio y a la revisión del clasicismo italiano de Annibale Carracci y la escuela boloñesa. Maíno vivió en primera persona toda esa confluencia de aportes y estilos, y así lo manifiesta su pintura, caracterizada por un dibujo vigoroso y descriptivo y la monumentalidad escultórica de sus figuras, trazadas con una iluminación contrastada e intensa y un colorido vivo y saturado. Trabajó en diversos soportes y dimensiones, destacando como retratista pero también como paisajista, un género del que dejó unos pocos ejemplos donde confluyen la poética clasicista y una minuciosa descripción botánica muy cercana a los paisajistas flamencos.
El Catálogo de la exposición (P.V.P. 48 ) patrocinado por la Sociedad Don Quijote de Castilla-La Mancha- incluye cuatro ensayos. Dos de ellos escritos por Leticia Ruiz Gómez, comisaria de la muestra, el primero dedicado a la fortuna crítica del artista y el segundo a los orígenes familiares y primeros años. Por su parte, Gabriele Finaldi, Director Adjunto de Conservación del Museo del Prado ha escrito el ensayo que describe la Roma en que se formó y trabajó, y Maria Cruz de Carlos y Fernando Marías son los autores de un texto dedicado a los dos ámbitos, Toledo y Madrid, en los que el pintor se movió tras su regreso definitivo a España. Un anexo documental recoge sesenta y cuatro documentos referentes al pintor y su familia, de los cuales treinta y dos son inéditos.
Celebremos la recuperación y auguremos que sigan otras pendientes. Es tarea también de nuestro Museo del Prado.
Juan Bautista MAÍNO (1581-1649)
Un maestro por descubrir
20 de octubre de 2009 17 de enero de 2010
Museo Nacional del Prado. Edificio Jerónimos
Comisaria: Leticia Ruiz
Patrocina: Fundación Amigos del Museo del Prado
www.museodelprado.es
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