Así que se ha escogido resucitar Glengarry Glen Ross, la obra de teatro por la que David Mamet obtuvo el Premio Pulitzer en 1984, conocida sobre todo en nuestro país por la versión cinematográfica de James Foley en 1992, con Al Pacino, Jack Lemmon y Alec Baldwin. Y lo que en pantalla resultaba próximo -pues Hollywood somos todos- ahora en el escenario resulta lejano, incapaz de emocionarnos. Son las sorpresas de la misteriosa química que reina en el mundo del espectáculo, de la empatía tan difícil de conseguir, de un oficio del que se puede teorizar pero en el que sólo cuenta el resultado. Emociona o no. Comunica o no. Interesa o no. En la tercera sesión tras su estreno el pasado día 11, el pblico aplaudió educadamente hasta rubricar la tercera salida a escena de actores y realizadores, pero lo hizo con bastante frialdad y algo de decepción.
Un temazo. Qué no se podría hacer con él inmersos como estamos en ésta no ya pinchazo de burbuja, sino desmorone épico de una prefabricada efervescencia y evanescencia inmobiliaria. Pero en Don Piso, Tecnocasa y las miles de empresas inmobiliarias que han cerrado o resisten, las cosas no suceden como en esta empresa yanqui, no son iguales las reacciones. Quizás ya la obra nació con cierta trampa y las cosas no son exactamente así ni siquiera en Estados Unidos. Pero el caso es que aquí y ahora las cosas no son así: y como es una obra realista, falla; y falla aunque el espectador medio no sepa explicarlo; falla porque le deja un tanto desconcertado. Aunque la gente aplaude, y reconoce el mérito.
El norteamericano David Mamet es justamente más apreciado por sus guiones cinematográficos como El cartero siempre llama dos veces o Los intocables de Eliot Ness, que le han hecho dos veces candidato al Oscar de Hollywood. Del resto de sus obras teatrales -Edmond y El criptograma, Noviembre, Matrimonio de Boston o El bfalo americano- sabemos poco.
Veronese parece trabajar rutinariamente y de encargo y se apoya en una escenografía poco afortunada. Andrea dOdorico ya falló la temporada pasada con la escenografía de Tantas voces, cinco cuentos de Luigi Pirandello que tampoco merecían ser resucitados. Sí desde luego acierta Veronese y demuestra su valía utilizando las enormes posibilidades del buen grupo de actores con que ha contado. Entre los cuatro vendedores, hay uno más desdibujado, Aaronow, pero Levene, Roma y Moss están bordados. Nos gustaron especialmente Ginés García Millán y Jorge Bosch interpretando al jefe de la oficina y al comprador manipulable con enorme contención y gran presencia. Carlos Hipólito pasa de un reciente Don Carlos con Calixto Bieito a este embaucador en decadencia. Gonzalo de Castro hizo Hay que purgar a Totó antes de este arrogante y oportunista mister Roma. Alberto Jiménez lleva una buena racha -la Medea dirigida por Tomás Pandur, Fuente Ovejuna para Lawrence Boswel, Argelino, servidor de dos amos a las órdenes de Andrés Lima, y Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte dirigida por José Luis Gómez- que ahora culmina con este especimen de machote taimado que tanto abunda en nuestros días.
En fin, una frustrante aproximación a un tema fabuloso, correctamente dirigida y estupendamente representada. Lo que habríamos visto si en vez de irnos hasta esa Glengarry, nos hubiéramos acercado un rato a oir y observar en cualquiera de los chiringuitos inmobiliarios que subsisten en las esquinas de nuestras ciudades.
GLENGARRY GLEN ROSS
de David Mamet
Versión y dirección: Daniel Veronese
TEATRO ESPAÑOL
Del 2 de diciembre al 17 de enero
De martes a sábados, 20 h. Domingos, 18 horas
Precio: de 4 a 22 euros
Martes y miércoles 25% descuento
Reparto por orden de intervención
Levene: Carlos Hipólito
Williamson: Ginés García Millán
Moss: Alberto Jiménez
Aaron: Andrés Herrera
Roma: Gonzalo de Castro
Lingk: Jorge Bosch
Baylen: Alberto Iglesias
Equipo Artístico
Diseño de iluminación Paco Ariza
Diseño de vestuario Ana Rodrigo
Escenografía Andrea D`Odorico
Ayudante de dirección Adriana Roffi
Producción del Teatro Español