Partiendo de un texto literario, no teatral, que demuestra profundo conocimiento de una realidad determinada y su lenguaje, -en este caso, algn lugar de la españa profunda durante la pasada década-, el director se ha convertido en co-autor y los ensayos en auténtica creación colectiva. Un mérito más del montaje que traspira naturalidad y verosimilitud.
Hay un narrador -el espíritu del padre del protagonista-, encargado de conseguir un distanciamiento brechtiano que se superpone a la historia sin terminar de aportar más que un observador desapasionado en medio del escenario. Además, María, la hermana retornada, introduce con otra narración distanciada las escenas del pasado. Es una historia de esa españa que se resiste a desaparecer, que ha reemplazado la actividad agrícola por la construcción inmobiliaria mientras conserva sus atávicas tradiciones: toros y procesiones.
Entonces, algo pasa. Y diez años después, Juan es un lisiado atormentado por la culpa, que se odia y maltrata a su mujer y a su hijo. El secreto lo intuimos: la noche que entran en la dehesa, el aspirante a torero es herido gravemente por un toro, y para velar por el secreto, sus amigos terminan matando al incómodo testigo.
Queremos creer que la obra tiene una pretensión más noble que estas odiosas y oportunistas comparaciones. Vemos en ella, más allá del crimen anecdótico, un retrato de la crueldad imperante en estos lares, de la arrogante brutalidad y la sempiterna incultura contra la que se ha estrellado esta democracia como ocurriera ya en el pasado a parecidos intentos de transición hacia mejores horizontes mentales.
Si se examinara con la lupa rigurosa, hay muchas cosas sobrantes y algunas carencias en esta obra, que se terminó de escribir en 1997, y ha esperado una década para subir a los escenarios. Resulta líricomanida la descripción de Madrid y la gente en el metro, inconcebible la traducción de las canciones de Bob Dylan por una chica de pueblo, descolocado el filomagrebismo del autor, postizo el desnudo integral, y así sucesivamente. El solitario y sediento olivo es patético símbolo de la sequía física y mental que nos abruma por estos parajes ibéricos, pero de vez en cuando se abomban sus raices para decirnos torpemente que bajo tierra se esconde algo. También las mujeres barren a menudo sin ton ni son y hay recurrentes movimientos de mesas y sillas que tendrían solución mejor sin duda.
Todo ello, sin embargo, no es óbice ni valladar, como decía alguien, para ocultar que La Tierra ha sido una grata sorpresa, una propuesta de altura y calidad, una notable aportación a la escena española, y un barrunto de por donde deben ir los esfuerzos del CDN: autores de hoy, temas de ahora, calidad y compromiso sin demagogia ni populismo. Y además, casi rima.
LA TIERRA
de José Ramón Fernández
Dirección de Javier G. Yage
Escenografía y vestuario Elisa Sanz
Iluminación Pedro Yage
Msica Eliseo Parra
Reparto (por orden alfabético)
Muchacho 2 Sergio lvarez
Muchacho 3 Gabriel Andjar
Juan Joel Guijarro/Javier Macarrón
Pozo Mariano Llorente
Pilar Nieve de Medina
Pablo José Melchor
Muchacho 1 Vicente Navarro
Fernando Francisco Olmo
María Marta Poveda
Miguel Ral Prieto
Muchacho 4 David Rubio
Mercedes Andrea Soto
Espectro Juan Julio Vélez
Producción del Centro Dramático Nacional
19 de noviembre a 27 de diciembre de 2009
Teatro ValleInclán | Sala Francisco Nieva
(NOTA: Si desea recibir un aviso diario de las informaciones nuevas que publicamos, introduzca su dirección de correo en el recuadro Suscribirse a Infordeus-Blog de la columna de la izquierda de las páginas de Infordeus. Gracias por su interés).