No hay ni atisbos de sufrimiento en esta ópera que representa el punto de fusión entre las ideas anteriores y las nuevas propias, el final de la supremacía operística italiana, una fusión casi perfecta entre libreto y msica. El holandés errante o El holandés volador (Der Fliegende Holländer en alemán) es una ópera romántica en tres actos compuesta por Richard Wagner sobre libreto propio inspirado en Memorias del señor de Schnabelewopski, de Heinrich Heine. Se estrenó en Dresde en 1843 y a España llegó en 1885. Tiene esta ópera algo de mala fama que los puristas atribuyen a la mezcla de estilos, sin valorar suficientemente como al resto de los humanos esa dicotomía entre la msica más convencional que describe el mundo real, y la innovación etérea con que acomete la espiritualidad de la pareja protagonista, puede parecernos perfectamente integrada en un momento concreto de la evolución del género.
Wagner viajó en el verano de 1839 en velero desde Knigsberg a Londres. Una gran tormenta arrojó el barco hacia las costas noruegas. Este hecho hizo recordar a Wagner la leyenda tradicional del navegante condenado a surcar los mares en busca de la salvación. En 1840 Wagner se trasladó a París y en mayo de 1841 ya tenía terminado el libreto bajo el título de Das Geisterschiff (El buque fantasma). La penuria económica por la que atravesaba, hizo que tuviera que malvender en julio de 1841 por 500 francos el argumento y título de la obra a Léon Pillet, director de la Opera de París, que encargó la realización del libreto, en francés, a Paul Foucher y la msica a Louis-Philippe Dietsch para una ópera, Le Vaisseau Fantôme (El buque fantasma), que fue estrenada en París en noviembre de 1842, un expolio y al parecer un engendro del que nadie ha vuelto a acordarse. Cabreadísimo por lo sucedido, Wagner se dispuso a perseverar en su idea original y compuso la msica en sólo seis meses, estrenándola al año siguiente.
Desde la obertura, auténtico poema sinfónico en el que Wagner presenta los principales leit-motive de la obra, compendio de todo su desarrollo dramático, sentimos la sensación de entrar en un nuevo mundo operístico, ni siquiera intuido por aquellos msicos que influyeron en Wagner. El contrapunto que con el correr del tiempo crearían la msica y la letra de sus dramas musicales, unas veces oponiéndose y otras apoyándose entre sí, ya está aquí bastante desarrollado. Así vemos que el monólogo del Holandés -la gran pièce de résistance de la ópera-, la balada de Senta, parte del do de ésta y aquél -no así el final de este nmero-, y toda la escena ltima no son sino anticipos de momentos parecidos posteriores, desarrollados con mayor fuerza y dominio a medida que se asentaba en su madurez creativa.
Así pues, la producción se ciñe a la versión original de la partitura sin descansos. El director de escena ambienta la acción en una fábrica de conservas, y omite el final ideado por Wagner:En la lejanía se ve elevarse de entre las olas al holandés y a Senta, transfigurados y abrazados en medio de rayos de una vivísima luz. Una deslumbrante aureola circunda al grupo en el foro. Senta abraza al Holandés, se estrecha contra su pecho y con la mano y los ojos señala hacia el cielo. La roca sobresaliente, que se había elevado cada vez un poco más, adopta insensiblemente la forma de una nube.
Jess López Cobos vuelve a confirmar su gran entendimiento operístico en general y wagneriano en particular. El director musical admira que esta fabulosa ópera está escrita a partir de tres notas procedentes de una canción popular que Wagner escuchó al azar en ese atribulado viaje marítimo en el que estuvo a punto de naufragar. Con ese mínimo material genético compone la balada y el coro. Y de ahí sale todo lo demás. Estrenada como balada sinfónica en un acto, luego la rehará introduciendo dos pausas, pero actualmente el gusto imperante a vuelto a la versión continuada de la que López Cobos se muestra también partidario. Y requiere como todo Wagner una enorme resistencia en los cantantes.
Alex Rigola debuta en la ópera con este montaje y hay que decir que lo hace notablemente, añadiendo a la versión que se estrenó en Barcelona hace un año, todas las posibilidades corales que el Real permite, resolviendo perfectamente los siempre difíciles movimientos de masas en el escenario. Afirma trabajar siempre partiendo del respeto al original clásico pero buscando un jugoso cebo qué pueda sintonizar con la sociedad actual. Pensó primero en una nave espacial, pero en el espacio no hay vientos ni oleaje; después pensó en el desierto, en un lugar como Ciudad Juárez, pero tampoco encajaba con la msica. Su fábrica de conservas podía haber resultado empobrecedora y pedrestre, pero no es así. La escenografía es de principio a fin convicente, y funciona perfectamente con la trama y la msica. La primera imagen de la cubierta del batel diabólico es sumamente impactante, como un injerto de technicolor en un marco aristocrático. El arribaje a babor del mercante vetusto es otro momento memorable. El oleaje rompiendo contra el malecón en el tercer acto es también un gran acierto, como lo son los ventanales del segundo acto y las siluetas ficticias que completan la historia del otro lado. Otras cosas son más dudosas, como el mar en calma del inicio, mientras los personajes hablan de los coletazos de una gran tempestad, o el barquito que se eleva a través del enorme escenario sin saber muy bien por qué. Introduce algunos guiños fuera del guión, un perro, unas jovencitas salidas de cómic, unos desnudos integrales de escaparate: no molestan, completan el tono distendido con que se ha leído en esta ocasión el dramón romántico.
Pero en general asistimos a la confirmación de un nuevo director de escena operístico que ha superado el temor a trabajar con esas divas y divos que ya no se comen a nadie y que se están convirtiendo en grandes actores y actrices a medida que sube el listón en los escenarios. Para Rigola, este holandés volador es una reflexión sobre el fanatismo y los sueños excesivos, y un recordatorio de que la vida es más sencilla que todo eso. En general sus comentarios sobre la obra son un tanto banales y debería haber sido más prudente, porque por la boca muere el pez y lo que hace falta es que nade. Es el director del Teatre Lliure desde 2003 y hace un año pudimos ver un anticipio de buen hacer en Vendrán días mejores, de Richard Dresser, una magnífica coproducción de Teatro de La Abadía, Temporada Alta y Centre dArts Escèniques de Reus.
No tuvimos motivo alguno de queja con el segundo reparto vocal, que lo es nicamente en estricto sentido cronológico: perfectamente integrado en sus papeles, sin dramatismos superfluos que al parecer tanto echan de menos los expertos veteranos. El bajo-barítono letón Egils Silins interpeta el séptimo holandés errante de su carrera con firmeza vocal y actoral. La soprano portuguesa Elisabete Matos demostró sus grandes cualidades, aunque tiene problemas para ajustarse al papel, y Eric Halfvarson es un bajo poderoso, uno de los más destacados intérpretes wagnerianos de la actualidad. Más apagado Endrik Wottrich.
Naturalmente que Richar Wagner llegaría después al Parnaso celestial. Pero lo haría en convulsiones dolorosas y entre contradicciones geniales. No hay nada igual que determinados momentos de sus grandes óperas. Pero la grandilocuencia amenazaba el conjunto, el cual a muchos se hace intragable. Disfrutemos del genio cuando an era fácil y accesible, equilibrado y comedido, fresco y espontáneo. Volemos con este velero maldito en pos de la redención imposible.
El holandés errante
Richard Wagner (1813-1883)
Romantische Oper en tres actos
Libreto del compositor basado en las Memorias
del Señor de Schnabelewopski, de Heinrich Heine
Romantische Oper en tres actos
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción
con el Gran Teatre del Liceu de Barcelona
EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical Jess López Cobos
Director de escena lex Rigola *
Escenógrafa Bibiana Puigdefàbregas *
Figurinista M. Rafa Serra *
Iluminadora María Domènech *
Coreógrafo Ferrán Carvajal *
Director del coro Peter Burian
REPARTO
Daland Hans-Peter Knig * (12, 15, 19, 22, 24, 27)
Eric Halfvarson (14, 17, 20, 23, 26, 28)
Senta Anja Kampe (12, 15, 17, 19, 22, 24, 27)
Elisabete Matos (14, 20, 23, 26, 28)
Erik Stephen Gould (12, 15, 19, 22, 24, 27)
Endrik Wottrich * (14, 17, 20, 23, 26, 28)
Mary Nadine Weissmann *
El timonel de Daland Vicente Ombuena
El Holandés Johan Reuter (12, 15, 19, 22, 24, 27)
Egils Silins (14, 17, 20, 23, 26, 28)
* Por primera vez en el Teatro Real
Por primera vez en este papel
Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)
Coro Titular del Teatro Real
(Coro Intermezzo)
Duración aproximada:
2 horas y 20 min.
Sin descanso
Enero 12, 14, 15, 17, 19, 20, 22, 23, 24, 26, 27, 28
a las 20.00 horas; domingos a las 18.00 horas
La función del día 19 será retransmitida en directo por
Radio Clásica, de Radio Nacional de España
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