La ciudad muerta es Brujas, la ciudad belga donde está ambientada la obra original del escritor simbolista belga Georges Rodenbach (1855-1898), un deprimente paisaje de procesiones y campanas donde vive el viudo Paul, obsesionado con la memoria de su difunta esposa, Marie, a quien sigue venerando con intensidad neurótica. La aparición de otra mujer, la casquivana bailarina Marietta, convulsionará su vida solitaria y nos arrastrará a la pesadilla onírica que está a punto de devorarlo. Pero Paul podrá reaccionar a tiempo a sus alucinaciones y comprenderá que Marietta no es, no puede ser jamás su añorada Marie, y que debe seguir viviendo y superar el recuerdo doloroso de su fallecida esposa. Un fetichismo incómodo enmarcado en un agnosticismo sutil no fueron óbice para que las burguesías del viejo continente celebraran hace un siglo esta ópera con entusiasmo. Si un significado tiene esta ópera es el del inicio del asalto del freudismo al cristianismo, del subconsciente a la religión, del psicoanálisis a la eucaristía, de los analistas a los curas.
Willy Decker, que dirigió a comienzos de esta década en el Teatro Real la tetralogía wagneriana, y que recibió entonces abucheos tanto en El oro del Rhin como en La Walkiria, ha dejado el trabajo en manos de su ayudante Karin Voykowitsch. En realidad, la producción está bien rodada y no tiene demasiadas complejidades. Decker apuesta afortunadamente esta vez por la sobriedad y la belleza dentro de un esquema clásico sin sobresaltos ni originalidades. Para distinguir y articular el mundo real y el onírico, desdobla el aposento donde discurre la acción para que aparezca un doble del protagonista mientras éste duerme, segn la obra oscila entre los delirios del atormentado viudo y la realidad de su vida. Ver y escuchar a Paul soñarse recostado en un sillón de su casa mientras tras de él aparece en el escenario el mismo salón, el mismo sillón y él mismo junto a la mujer que es recuerdo de la fallecida y presencia de la rival, resulta de enorme dramatismo y belleza. Junto a ello, el inicio del primer acto es una de las imágenes más poderosas que hemos visto en el Real en muchos años, no obstante su sencillez conmovedora. Por el contrario, nos parece que el paréntesis que la troupe de Marietta introduce en el dilema mental de Paul, en la escena tercera del segundo cuadro, resulta demasiado largo y junto al intermedio perjudican la coherencia de la trama y alargan excesivamente la obra, que en una duración ininterrumpida de dos horas encontraría su tamaño ideal. Pero lo realmente excepcional de este montaje es la procesión religiosa del ltimo cuadro que sirve de fondo a la ruptura de los protagonistas: aquí sueño y realidad se hermanan en una poderosa visión fantasmagórica que por sí sola consagraría a un escenógrafo.
Orquesta y escenario están perfectamente articulados. Lo que ves subraya lo que escuchas, y al revés. Éste debe ser el objetivo de todo montaje operístico y no el capricho de tantas veleidades egóticas. La msica de la pieza resulta siempre admirable, con un aroma expresionista y descriptivo absolutamente acertado. Si hubiera que oponer algn reparo al montaje, digamos que no se perfilan claramente las relaciones del viudo con la bailarina, ni la psicología de ésta ltima, en el papel de mala y sin embargo en absoluto culpable de ningn delito e incluso merecedora de mejor suerte. Merecida la acogida apoteósica que recibió en el estreno salzburgués, junto a Decker, Wolfgang Gussmann, responsable del decorado y del vestuario.
Hay media docena de momentos en las intervenciones de los tres protagonistas que adquieren categoría de excelsos, y entre ellos sin duda ese do Glck das mir verblieb, conocido como Canción de Marietta. El tenor Klaus Florian Vogt, la soprano Manuela Uhl y el barítono Lucas Meachem están brillantísimos y convincentes, éste ltimo desdoblado eficazmente en dos personajes. El resto del reparto, con cuatro jóvenes promesas españolas, estuvo impecable. A la belleza de las voces se unió la perfección de las actuaciones. Todo estuvo en su sitio el día del estreno. Destaquemos la potentísima entrada en acción de Nadine Weismann y sobre todo lo demás, al tenor alemán que rene características difíciles de hermanar y altamente demandadas hoy día: tiene un hermoso timbre, una voz potente y cálida, una presencia notable y dotes interpretativas destacables. Manuela Uhl está admirable en su doble papel, lo mismo que Lucas Meachem, lo repetimos para que quede claro.
La ocupación nazi de Austria en 1938, la emigración de Korngold, -judío-, a Estados Unidos, la tentación de una brillante carrera en Hollywood, las maquinaciones de su padre, que era un influyente crítico musical con las consabidas veleidades de este oficio, todo contribuyó a alejar la obra del joven compositor de los escenarios europeos durante varias décadas. A su retorno a Europa, ya consagrado en Estados Unidos como uno de los grandes compositores de Hollywood, en un tiempo en que dominaban las corrientes estéticas de vanguardia, Korngold no encontró lugar para su msica anacrónica y postromántica, que quedó definitivamente apartada de los circuitos musicales europeos. Quizás tampoco supo o le interesó evolucionar. Puede comprenderse que prefiriera hacer msica para películas que andar de genio experimental entre las capillas europeas. En todo caso, nadie elige su destino y es el destino -por llamarlo de alguna forma- el que le elige a uno. Quién iba a ser el segundo mozart se convirtió en inspirador de msicas como la de la guerra de las galaxias. Entre medias quedó esta ciudad muerta, este viudo alucinado, este capítulo de la historia de la ópera afortunadamente recuperado.
La ciudad muerta
Ópera en tres cuadros
Erich Wolfgang Korngold (1897-1957)
Libreto de Paul Schott, basado en la obra de teatro Le mirage
de Georges Rodenbach, adaptación de la novela Bruges-la-morte del mismo autor.
Producción del Festival de Salzburgo, en coproducción con la Staatsoper de Viena
EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical Pinchas Steinberg
Director de escena Willy Decker
Realizadora de la dirección de escena Karin Voykowitsch
Escenógrafo y figurinista Wolfgang Gussmann
Iluminador Wolfgang Gbbel *
Director del coro Jordi Casas Bayer
Director del coro de niños Óscar Gershensohn *
REPARTO
Paul Klaus Florian Vogt (14, 17, 21, 24, 27, 30)
Burkhard Fritz * (15, 18, 28)
Marietta / Marie Manuela Uhl * (14, 17, 21, 24, 27, 30)
Solveig Kringelborn * (15, 18, 28)
Frank / Fritz Lucas Meachem
Brigitta Nadine Weissmann
Juliette Susana Cordón
Lucienne Anna Tobella *
Victorin / Voz de Gaston Roger Padullés
Conde albert Eduardo Santamaría
Gaston Jess Caramés (bailarín)
Coro de la Comunidad de Madrid
Coro de Niños de la Comunidad de Madrid
Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)
* Por primera vez en el Teatro Real
Por primera vez en este papel
DURACIÓN APROXIMADA
Cuadros I y II: 1 hora y 30 min.
Pausa de 25 min.
Cuadro III: 45 min.
FECHAS
Junio, 14, 15, 17, 18, 21, 24, 27, 28, 30
La función del día 17 será retransmitida en directo
por Radio Clásica, de Radio Nacional de España.
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