guía cultural

‘Carmen’ en danza, por J.C.Deus

José Catalán Deus | Lunes 06 de septiembre de 2010

Por caprichos del azar y del destino, esta versión de Carmen -el célebre personaje de Prosper Merimée que convirtiera en ópera insigne Georges Bizet-ha inaugurado el mismo 1 de septiembre la temporada artística madrileña. Una temporada que se augura continuista y alicorta, en la tónica discreta de los ltimos años, y que en esta Carmen parece encontrar un adelanto que nos tememos sea representativo. Por debajo del listón, cultivando la parte más conformista del pblico, sin aportaciones de calado, buscando en-tre-te-ner en vez de maravillar, pasar el rato en vez de elevar el ánimo, adormecer en vez de despertar.

Siempre que veía una versión de Carmen en cualquier estilo de danza, me venía el pensamiento de que el mito de la cigarrera sevillana estaba visto y tratado desde la óptica masculina, pues los coreógrafos eran siempre hombres. Esta Carmen es la que sale decidida y honestamente de una visión femenina, de mujer a mujer, de sus amores, impulsos, errores y decisiones. En el arte de la creación coreográfica, cualquier originalidad pende de la tradición y de los aportes de nuestros mayores. Así, tres versiones de Carmen resultan para mí fundamentales: Las de Roland Petit y Alberto Alonso en ballet clásico, y la de Antonio Gades en el ballet español. declara Aída Gómez. No pudimos o no supimos captar las aportaciones de esta Carmen femenina.

Fue directora del Ballet Nacional de España. Con las obras Salomé, bajo la dirección escénica de Carlos Saura, y Sueños en la Scala de Milan, realizó extensas giras tanto nacionales como internacionales hasta diciembre del 2005. En marzo de 2006 se estrena en el Festival de Jerez Carmen, comenzando su gira internacional por Japón, Singapur, Filipinas, Tailandia, China, Corea, Grecia, Turquía, Chipre y Francia. Siempre hay un festival por esos mundos donde introducir la españolada, como siempre puede haber un molière y dos shakespeares, un circo canadiense y agrupaciones de danzas orientales. Esta Carmen moderna, en conciencia, exhibiendo todas las posibilidades de la danza teatral española habrá cumplido en el Lejano Oriente, pero aquí queda como otro intento frustrado de fundir el flamenco popular con la alta cultura (sí, algo así como alta costura), de renovar sus esencias sin perder sus contenidos.

Esta Carmen tiene poco de Bizet y demasiado flamenco de fusión, eso que nació y murió en la década de los ochenta y que consiste en imitar insulsos aires jazzísticos con un abuso desmedido siempre, siempre, de la flauta. Así que cuando nada más empezar irrumpieron a todo meter los trinos flautísticos, intuimos que al menos la msica del espectáculo nos iba a defraudar.

Toda enlatada y a todo volumen, seguro que más alta que cuando estuvieron en Corea. Los trozos seleccionados de la ópera de Bizet salvan el conjunto aunque se ha escogido una interpretación de la partitura decididamente popular, de banda municipal con todos los respetos a las bandas municipales, que donde suenan bien es en la plaza del pueblo y no en un escenario. Bizet queda empaquetado entre el neoflamenco del ecléctico compositor Jose Antonio Rodríguez -que decididamente no nos gusta- y el flamenco clásico de grabaciones con fuerza que nadie tiene la gentileza de explicarnos de donde provienen. Falta de atención a la msica que se extiende al conjunto del programa, porque no se reseñan los trozos elegidos de la ópera Carmen y no se explica el trabajo de Rodríguez. La falta de información imprescindible empieza a ser intolerable no sólo en los programas de mano sino incluso a veces en los dossiers de prensa. Menos autobombos biográficos y más información solvente sobre el proyecto que se somete a juicio.

Sobre este taburete musical de tres patas, Emilio Sagi monta un escenario tan escueto -una silla y un canapé rojo- que de verdad se pasa. El experimentado director de escena, con largas etapas en el Teatro de la Zarzuela y en el Teatro Real, a donde volvía el año pasado con unas Bodas de Figaro muy trabajadas, parece aquí haber elegido una invisibilidad criticable. Menos mal que una buena iluminación y un vestuario con aciertos -los trajes de volantes- y algunos fallos -las chorreras del pobre Escamillo-, salvan el trámite. Y así llegamos a la danza, que es lo importante pero que llega algo lastrada en nuestra modesta opinión por los problemas que hemos enumerado: mediocre msica y barata presentación.

Las coreografías del cuerpo de baile femenino son de lo más acertado y en varias ocasiones producen la esperanza de que el espectáculo va a remontar la sutil pero devastadora línea entre lo luminoso y lo grisáceo. La sobria presencia de Don José y Zñiga es contrarrestada por un Lillas Pastia de tebeo y sobre todo un Escamillo poseedor de las más rancias esencias del esperpento viril, de ese machito petulante con ramalazos pintureros en que muchos se empeñan en convertir al bailaor flamenco. Y la gran protagonista, Aída Gómez, a veces intenta elevarse por encima de esa Carmen contoneante y bronquista que ha creado, de ese perjudicial exceso de protagonismo que la envara en el escenario, de esa imposible autocomplacencia en estos tan competitivos tiempos que corren, pero el ego descontrolado es un enemigo invencible sobre el escenario.

La historia de Carmen, la cigarrera cabreada a la que gusta jugar con los hombres y termina sometida a un donjuanito y lo que es peor, apuñalada a muerte por un amante despechado, está bien contada en general, aunque confunda la escena del principio, haya sumas y restas discutibles, y se precipite el final. Es tarea muy difícil contar una historia clásica con una coreografía propia, y Aída Gómez lo ha logrado con un estilo descriptivo, lleno de gestos elocuentes, al que sobran sin embargo empujones y agarrones físicos, y falta sutileza conceptual.

Precisamente hoy día una forma de abordar un personaje tan trillado, sería despojarle de toda la españolería de pandereta, desflamencarlo, elevarlo desde el sainete costumbrista al drama universal, pues al fin y al cabo Carmen es un arquetipo, la mujer fatal, la guapa esclava de su palmito, que seduce cuan mantis religiosa pero que convertida en trofeo de los hombres nunca aprenderá a querer. Carmen es una historia de desencuentros humanos, de obstinaciones malditas, un folletín decimonónico que hay que descodificar. Y, sobre todo, es una de las mejores óperas de la historia. Con estos mimbres hay que hacer un cesto modesto, muy trabajado, con herramientas como sensibilidad, intuición, comprensión y fantasía, que consigan que nuestra obra -al fin y al cabo un cesto es un cesto- tenga un punto original y aporte alguna cosilla. Creemos, desgraciadamente, que Aida Gómez no ha conseguido esto, aunque haya hecho un espectáculo Tipical Spanish viable por esos mundos.

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CARMEN
Compañía de Aída Gómez
Teatros del Canal
Madrid

Carmen, Aída Gómez
Don José, Christian Lozano
Escamillo, Eduardo Guerrero
Lillas Pastia, Eduardo Carranza
Manuelita, Yolanda Murillo
Zñiga, Isaac Tovar
Ficha artística

Dirección artística: Aída Gómez /
Dirección de escena: Emilio Sagi /
Coreografía: Aída Gómez /
Msica: G. Bizet y Jose Antonio Rodríguez /
Orquestación: G. Bizet y Miguel Roa /
Diseño de luces: Nicolás Fistchel /
Diseño de vestuario: Miguel Crespi /

Bailarines: Daniel Morillo, ngel Roda, Jonathan Gómez, Emilio Serrano, Francisco Morgado, Yolanda Barrero, Sara Martín, Rocío Osuna, María Alonso, Joana Flores y Miriam Mendoza.

Hasta el 11 de septiembre de 2010

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