Gabinete real a la antigua usanza, almacén visitable, retorno al modelo abigarrado del pasado? Así se exponía antes y así decidió exponer Picasso en aquella ocasión sonada en el Palacio de los Papas de Avignon. Un cuadro pegado a otro, una guía de mano y a lanzarse a la aventura. Es un reto para el visitante, acostumbrado a que le lleven de la mano, le digan que es lo mejor, le coloquen destacado lo destacable. Un espectáculo visual envolvente, una noria de 360, un viaje sin tregua por una gran odisea vital, una nueva mirada por encima de las jerarquías museísticas y los gustos de los conservadores de las colecciones.
Para facilitar un continuado efecto de inmersión en el universo rubeniano y la percepción de la extraordinaria capacidad creadora del pintor, el comisario de la exposición ha ideado un singular montaje en el que las noventa obras se exponen siguiendo un nico criterio, el cronológico, y se muestran como secuencias concatenadas de un plano panorámico continuo.
Destaca también la gran serie del Apostolado.
La segunda sala ofrece el Rubens maduro, más interesado por el fondo que por la forma, más poeta. La serie de la Torre de la Parada, encargada por Felipe IV para el pabellón de caza de los montes del Pardo, se muestra completa. En esta sala están presentes las obras de la ltima etapa de su carrera, en la que se volcó en la potencia narrativa de los cuadros y en transmitir su contenido poético. El paisaje de Atalanta y Meleagro cazando el jabalí de Calidón (h. 1636) expuesto junto a Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros (1638-1640) demuestra el amor del artista por el campo y su profunda sintonía con la vitalidad de la naturaleza.
La colección de Rubens del Prado refleja la gran versatilidad temática del pintor flamenco, con pinturas de temas mitológicos, religiosos, de historia, retratos y paisajes, entre las que se incluyen algunas de las mejores obras maestras de su extensa producción como la citada Lucha de San Jorge y el dragón (h. 1607), y La Adoración de los Magos (1609), San Pablo (h. 1611), El jardín del Amor (h. 1633), Las tres Gracias (h. 1635), Ninfas y sátiros (h. 1635), Hércules y el Cancerbero (h. 1636), Danza de aldeanos (1636-1640), Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros (1638-1640) o Diana y Calisto (1638-1640), ejemplos de la desbordante y personalísima expresión creadora del que fue pintor favorito de Felipe IV hasta su muerte y uno de los grandes genios de la pintura de todos los tiempos.
El vehículo principal que utilizó Rubens para transmitir sus ideas son los mitos que resumen la sabiduría de los antiguos sobre el comportamiento y las emociones de los seres humanos. Apoyado en su fe en el poder de las formas pintadas para influir en el ánimo de los espectadores, y en una enfática retórica gestual, Rubens recreó estos mitos con un extraordinario poder de convicción: contemplando su arte a menudo tenemos la impresión de que las grandes cuestiones de la vida se dirimieron con él de testigo presencial.
Rubens es autor de una obra muy abundante que realizó con la ayuda de su taller, instalado en Amberes, y que vendió gracias a su sagaz espíritu comercial. Pintó para las principales monarquías europeas, y para la aristocracia, la Iglesia y las élites culturales y comerciales de todo el continente. Fue también un fabuloso dibujante, y diseñó tapices, esculturas, obras de arquitectura, y conjuntos decorativos para ceremonias pblicas. Al margen de su trabajo artístico, trabajó como diplomático al servicio de la Monarquía Española, y fue un apasionado conocedor de la cultura clásica, lo cual nos da una medida de la grandeza del personaje. Fue también un importante coleccionista de cuadros, esculturas y libros, entre otros objetos, y un verdadero cosmopolita que viajó extensamente y que se expresaba en varios idiomas. Por todo ello, fue considerado un modelo profesional y social por sus colegas.
Rubens fue el pintor favorito de Felipe IV, que le encargó decenas de cuadros para decorar sus palacios madrileños, y fue también el principal comprador de las obras que el pintor dejó en su estudio tras su muerte. Él es la principal razón por la cual el Museo del Prado conserva la mayor colección que existe de obras de Rubens, con unas noventa pinturas (la cifra exacta oscila, segn se acepten, o no, algunas atribuciones). Pero no es sólo cuestión de nmeros: el hecho de que muchos de los cuadros de Rubens que conserva el Prado fuesen pintados para el rey, o para personas próximas a él, explica la gran calidad de la colección.
Al colgarlos todos juntos parecen una secuencia, se establecen relaciones y afinidades, se ven repeticiones, se puede imaginar el proceso creativo, se termina vislumbrando cabezas que se repiten. Alejandro Vergara, el padre de la idea, reconoce que el visitante no está acostumbrado a captar tantos cuadros de un solo vistazo pero cree que el impacto será deslumbrante. Es un panorama completo de la vida artística de Rubens, desde su enfoque escultórico, rotundo, contundente de su primera etapa, al maduro pintor que diluye formas, que entra en una dimensión poética equivalente a leer a Homero u Ovidio. Un pintor que evoluciona de lo material a lo espiritual. Un pintor sabio, un gran cocinero, generoso en el uso de los materiales Quizás vivimos en una época de contención en la que el minimalismo equivale al buen gusto, lo que explicaría el distanciamiento del pblico con los viejos maestros. Un banquete opulento.
RUBENS
Museo del Prado
Salas A y B, Edificio Jerónimos
Comisario: Alejandro Vergara, Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte
Hasta el 23 de enero de 201.
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