No se asusten: el autor no es un editorialista, ni ensayista, ni apóstol bloguero, ni predicador tertuliano. Simplemente ha observado con perspicacia y oficio la realidad política, y nos ofrece una crónica tan verídica y tan ajustada de ella, que parece un insider arrepentido, una lcida garganta profunda que hubiera sido hasta ayer cronista parlamentario, aparatchik de cualquier partido, spin doctor desalmado, asesor de imagen, jefe de comunicación, responsable de gabinete o encargado de prensa de cualquier poder municipal, autonómico, estatal, empresarial, gremial, colegial o sindical de los que se disputan a dentelladas la presa de la opinión pblica, de los que envenenan todos los días el debate, de los que inventan, tergiversan, ocultan, destruyen, manipulan, decoran, maquillan y reescriben la actualidad cavando la fosa séptica en la que el periodismo yace.
Más que un documento esclarecedor de la decrepitud moral de los políticos profesionales, -pobres esbirros tantas veces-, es una formidable denuncia contra la inmensa corrupción moral en que han caído de los medios de comunicación en general y muchos periodistas en particular, corrupción an más responsable que la de los políticos en la degeneración de la vida pblica española, en el fracaso de una Transición que traicionó sus someras metas, que ahogó las esperanzas democráticas, que convirtió en doloroso y negativo el balance de toda una generación. Que nos ha llenado de vergenza y oprobio.
En todo caso, los actores y actrices están sobresalientes. Antonio Molero haciendo un Razquín memorable, un periodista cínico cuyos gestos hemos visto tantas veces en las redacciones y las ruedas de prensa, y Sonia Almarcha haciendo una Urquijo de las que también conocemos muchas en la vida real, son nuestros favoritos. Pero Fernando Cayo, Nerea Garmendia, Sonia Almarcha, Óscar Sánchez Zafra, Rafael Martín y ngel Solo merecen ser mencionados en sus contribuciones al realismo de la obra. Ramón Ibarra y Adolfo Fernández, al tiempo que dirigen la pieza, hacen de Fuentes y Méndez respectivamente, un fontanero de la sede central, y el portavoz del grupo parlamentario del partido. Cayo vuelve a acertar en el papel de dirigente político, pero no repite al Adolfo Suárez que hizo en la tele. Adolfo Fernández dirigió la temporada pasada La charca intil y se mostró ya convincente entonces. Podríamos hablar y hablar de los muchos momentos memorables en esta pieza, pero ciertamente es recomendable toda ella entera. Tiene gracia la canción que ilustra la nostalgia venenosa de estos dos políticos deleznables que fueron una vez jóvenes rockeros. En lo que se refiere a la escenografía, se limita a acompañar sin estorbar.
Corran al teatro antes de que la buena nueva agote las localidades. A ver si se nos ocurren ideas entre todos para impedir el naufragio que estamos presenciando. A ver si nuestra sociedad es capaz de sacar fuerzas de flaqueza para convertir esta crisis terminal en una remontada decente.
Antiguo Matadero de Madrid
Naves del Español
19:30
Dirección: Adolfo Fernández y Ramón Ibarra
Autor: Patxi Amezcua
Actores: Antonio Molero Fernando Cayo Sonia Almarcha Nerea Garmendia Oscar Sanchez Zafra Rafael Martin Angel Solo Ramón Ibarra Adolfo Fernández
Iluminación: Miguel ngel Camacho
Vestuario: Iban López
Duración: 75 min. aprox.
Escenografía: José Ibarrola
Msica y Sonido: Mariano Marín
Diseño Gráfico: Minim Comunicación
Producción: Esther Velasco
Producción Ejecutiva: Cristina Elso
Distribución: Emilia Yage Producciones
Con la colaboración en los audiovisuales de Klara Badiola y Miriam Duque
Hasta el 28 de Noviembre
De martes a sábado 20 h. Domingos 18h.
Entradas 22 . Martes y miércoles 25% de dto.