Borja-Villel vuelve a aplicar su peculiar visión museística, que si a veces parece caprichosa y diletante, siempre aporta vivacidad y nuevas lecturas. El Reina, obviamente, no posee una colección de máximo nivel internacional, pero su actual director suple las carencias con ideas, y está desarrollando un proyecto de enorme interés. En el contexto mundial se inclina por articular la muestra en torno a la dicotomía USA-URSS, y a las ideas de libertad e igualdad que las dos superpotencias enarbolaron la una contra la otra. En el vistazo al arte español, si bien parte de un antifranquismo explícito consigue no caer en posiciones panfletarias. La evolución mundial y española se entrelazan a lo largo del recorrido. La exposición tiene vocación políedrica y va más allá de la pintura recurriendo a materiales tan diversos como las revistas La Cordorniz y Cuadernos del Ruedo Ibérico, la voz de Antonin Artaud, los carteles de Mayo del 68, abundantes testimonios fotográficos y cinematográficos, en fin, un despliegue variadísimo, entretenido y siempre ilustrativo de aquellos tiempos.
Como viene siendo habitual en la ltima etapa del Museo, se concede especial importancia al material fotográfico y al cine. Se podrán ver piezas del Hollywood de los 50, como La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock, que alude a la hegemonía de la cultura de masas en ese periodo, o películas situacionistas como la emblemática de Debord, La sociedad del espectáculo. Otra película, en esta ocasión Bienvenido Mr. Marshall, (1953) del recientemente fallecido cineasta Luis García Berlanga, se proyecta en una sala identificada con una cierta españolidad popular. Dos películas del director francés Alain Resnais, Noche y niebla (1955) y La guerra ha terminado (1966), abren y cierran el recorrido.
Jess Carrillo y Rosario Peiró, responsables de las áreas de Programas Culturales y Colecciones del Museo, resaltan con razón que durante su recorrido, el visitante se ve enfrentado a la naturaleza abierta y contradictoria de los procesos históricos y artísticos que desafían cualquier interpretación cerrada o causalidad rígida. Es invitado a superar la singularidad de cada caso y a oír ecos, a reconocer
diferencias y a establecer conexiones con otros procesos y otros escenarios.
En su opinión, el arte y la cultura no fueron ajenos a estas tensiones y las polémicas entre defensores a ultranza de la figuración y el realismo como forma de transformación social, y aquellos que abogaban por un arte individualista y de naturaleza abstracta fueron continuas. La Guerra Fría desencadenará una lucha feroz por la hegemonía cultural e ideológica, a la que los artistas obviamente no eran ajenos, y su producción fue utilizada repetidamente por los diversos gobiernos como material de propaganda.
DESCRIPCIÓN (LARGA) DE UN UNIVERSO (AGOTADOR)
El eje principal de la organización de las salas es fundamentalmente
cronológico. La visita se inicia con un cuadro emblemático de Picasso
Monumento a los españoles muertos por Francia (1946-1947), una pieza
política que refleja el momento en que arranca el recorrido. La muestra culmina con el film de Resnais, La guerra ha terminado, (1966) que ilustra el desgaste de las dinámicas de resistencia antifranquista en los años sesenta.
Aunque no existen secciones estancas en este largo recorrido por las décadas de los cuarenta a los sesenta, sí se pueden reconocer tres ncleos principales, cronológicamente ordenados:
través de acciones, manifiestos, pósters, publicaciones de poesía, poemas
sonoros y cine experimental, apuntando un primer desbordamiento de los
marcos convencionales del arte tras la guerra. Les anima una pulsión por
intervenir en el ámbito de la calle y los medios de la cultura de masas que heredarán el situacionismo y los así llamados nuevos realistas de finales de los cincuenta. La mayor aportación del letrismo fue el cine, y en esta narración, se exhiben películas letristas: Isidore Isou, Tratado de baba y eternidad (1951); Maurice Lemaître, Ha empezado ya la película? (1952) y François Dufrêne, Tambores del juicio primero (1952).
De la postguerra en París, se pasa a la situación de la escena artística
española en el así llamado periodo de la autarquía, que sucede a la victoria franquista en 1939 y que contina hasta el aperturismo internacional de mediados de los cincuenta. En estas salas aparecen las propuestas formales inmediatamente posteriores al fin de la guerra de los artistas del bando vencedor, precedidas por una película de Amando Osorio La bandera negra (1956), todo un alegato contra la pena de muerte. Frente a figuras congeladas en un tiempo inmutable con obras de José Caballero, Carlos Sáenz de Tejada y Luis Castellanos, contrasta la apertura y libertad creativa de Joan Miró o de ngel Ferrant. También se observan las pinturas de los miembros de Dau al Set, Joan Ponç, Modest Cuixart y el joven Antoni Tàpies, así como las de los también jóvenes Manuel Millares y Antonio Saura y el grupo Pórtico de Zaragoza, junto con materiales que demuestran una nueva organización de lo cultural, como publicaciones, revistas, y otros testigos de la recuperación del espíritu de la vanguardia alrededor del año 1948.
La sala central de esta sección está dedicada a la gran pintura informalista de los ltimos años cincuenta, que encarna la definitiva hegemonía de un arte abstracto español concebido en términos equiparables a los de un circuito internacional en el que participaban activamente, gracias al apoyo oficial. Para el Pabellón Español en la bienal de Venecia de 1958 se seleccionó a la plana mayor de la nueva generación de artistas abstractos. Las dramáticas arpilleras de Manuel Millares, las superficies casi ácromas de Antoni Tàpies y los grandes lienzos de los miembros del Grupo El Paso, ponen de manifiesto el
alto grado de definición estética y expresiva logrado por estos pintores y la seguridad con que se presentaban ante el pblico.
-El segundo ncleo aborda el periodo clásico del modernismo internacional y sus mltiples disidencias. El recorrido comienza con la proyección de La ventana indiscreta, (1954) de Alfred Hitchcock. Con ella no solo se alude a la hegemonía de la cultura de masas en este periodo, sino que evoca también el régimen visual paranoico de la Guerra Fría y la progresiva espectacularización de la vida cotidiana. Hollywood sirve de perfecta introducción a la sala dedicada a la gran pintura abstracta norteamericana. En estas salas se exhibe una parte una parte del depósito de la Colección Onnasch. Sorprenden las telas de gran
formato de Clyffod Still fechadas en 1951 y 1953 de tres metros de altura por dos y medio de ancho, o las de Franz Kline que comparten sala con piezas contemporáneas de José Guerrero o Esteban Vicente.
La otra línea, entronca con distintas tendencias de pintura figurativa del siglo XX: Carmen Laffón y Antonio López, o los paisajes cezannianos de Juan Manuel Díaz Caneja. Esta figuración recrea los tipos, los paisajes y los tonos de una España soñada, inmutable, mediante un realismo que se identifica como un rasgo característico del espíritu español.
Sin detrimento del enorme peso estético del modernismo internacional, tras cruzar sus salas, el visitante encuentra una dedicada a la fotografía neorealista española de los años cincuenta con obras de Catalá Roca (en esta ocasión, se ha colgado la serie de fotos de la ciudad de Barcelona), Joan Colom, Gabriel Cualladó, Fernando Gordillo, Carlos Pérez Siquier y Nicolás Mller, entre otros. El compromiso con lo cotidiano, lo anecdótico y lo específico de estas fotografías, contrasta con el tono heroico y universalista de las pinturas de las salas precedentes y nos hablan de aquella sensibilidad diferenciada.
El recorrido contina con una sala dedicada al artista argentino Alberto Greco, quien abandona y rechaza el objeto artístico para identificarse más con las vivencias y con la acción, a menudo extrema y autodestructiva. Su impacto en el arte español de principios de los sesenta se refleja en la relación que tuvo con Millares y Saura, que estuvieron cercanos a Greco durante su breve estancia en Madrid. En estas obras se descubre a unos artistas alejados de los lugares comunes con que normalmente se interpreta su obra.
El ltimo tramo de este ncleo está concebido a modo de comentario sobre la disolución de las poéticas y los debates del modernismo. Nos encontramos con dos salas consecutivas dedicadas a sendas personalidades muy distintas, ambas a caballo entre Europa y América Latina: Lucio Fontana y Roberto Matta. El primero, ataca directamente las pretensiones expresivas y el trascendentalismo de la abstracción modernista con sus superficies monócromas, atravesadas por tagli y bucchi. El segundo aparece desde un ángulo muy poco conocido; se trata, por una parte, de una serie de dibujos que Matta rehace de memoria treinta años después (a partir de aquellos perdidos que ilustraban su tesis de grado en arquitectura de 1932) en la que polemizaba con el racionalismo de Le Corbusier.
La sección concluye con un paralelismo/contraposición que desafía los
patrones explicativos del fin de la modernidad: por un lado, la obra ltima de dos de los principales iniciadores del movimiento moderno, Pablo Picasso y Joan Miró, y por otro, las acciones, posiciones y actitudes de la Internacional Situacionista de aquellos mismos años, expuestos por primera vez en el Museo. El visitante se encuentra con gran cantidad de folletos, documentos y carteles producidos por la internacional situacionista, con especial protagonismo de aquellos relacionados con las revueltas de Mayo del 68 en que se luchaba por la desaparición de las grandes instituciones de la modernidad: la universidad, la policía, el museo, el arte, el estado. Además del
material documental, gráfico y fílmico, se muestran ejemplos relevantes de la plástica vinculada al movimiento como la pintura industrial de Pinot-Gallizio, la serie New Babylon de Constant o las Baguettes de Wolman.
Bajo el apelativo Nuevos realismos se agrupa a un conjunto heterogéneo de
prácticas y artistas que desde Europa emprenden un desmontaje de la noción tradicional de autonomía artística y salen a la calle, donde intervienen desde la ironía, la provocación, o la crítica social. La actitud de los afichistas, Hains, Villegle y Dufrêne, es representativa de un nuevo tipo de artista que sale del estudio para trabajar directamente con los residuos y las ruinas de una sociedad, la del consumo capitalista, que no cesa de generar obsolescencia.
Yves Klein iba a entender de un modo diferente la reflexión sobre el rol social del artista, encarnando en su persona sus contradicciones y ambivalencias y haciendo que realidad y simulacro, trascendencia y parodia, resultaran indiferenciables.
Se cierra este recorrido volviendo la mirada a España. La crítica al régimen, no siempre explícita, se convierte en un rasgo inevitable en esta reflexión sobre la realidad. Cercanos al debate francés por tradición cultural y vecindad geográfica, los artistas catalanes, como Jaume Xifra y Joan Rabascall, así como el fotógrafo Xavier Miserachs, emprenden un desmontaje irónico de la iconografía de la nueva modernidad ibérica. Desde París, Antoni Miralda inicia la realización de sus Cenotafios, agudas reflexiones críticas sobre las retóricas del poder, que adquieren connotaciones específicas al ser enunciadas por un
artista catalán afincado en Francia durante los ltimos años de la dictadura.
Ese mismo círculo de intelectuales y artistas afincados en París contextualiza la obra del madrileño Eduardo Arroyo. A diferencia de sus contemporáneos catalanes, Arroyo opta por una pintura figurativa llena de alusiones que le aleja también de las posiciones más explícitamente alineadas de Estampa Popular y de los círculos de Ruedo Ibérico.
Tal y como constatan las obras del Equipo Crónica y el Equipo Realidad
escogidas para cerrar el itinerario, la traumática relación entre arte y realidad social y política derivada de la guerra civil se ha diluido. Las imágenes que aquí se ofrecen ilustran una pulsión de denuncia que no se limita al franquismo, sino que se proyecta directamente como crítica de la violencia simbólica y real del imperialismo americano, del que el régimen es cómplice. En estos casos la inversión del lenguaje es absoluta, volviendo la imaginería del cómic norteamericano contra los principios ideológicos que la sustentan.
La película de Alain Resnais La guerra ha terminado (1966) pone fin al
recorrido, y da título a la muestra, aunque se haya añadido interrogantes a donde no los había.
El Reina ha preparado un amplio y variado programa de actividades que se desarrollarán entre el 20 y 28 de noviembre. Esta nueva reorganización de la Colección constituye, junto con el concierto de Oskar Schlemmer, el ncleo de la celebración, que además irá acompañada de nuevas exposiciones, actuaciones, itinerarios de la Colección, lecturas dramatizadas, jornadas de puertas abiertas, y un amplio programa.
MNCARS
La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (1945-68)
Desde el 24 de noviembre
http://www.museoreinasofia.es/index.html