Si el máximo exponente del arte del Paleolitico Superior es la cueva de Altamira, para el segundo día de nuestra estancia en la Cantabria underground nos dirigieron a la primera cavidad que con un valor puramente geológico se abrió al pblico en la comunidad. Del arte rupestre de los primeros artistas humanos a una de las más sofisticadas e incomprensibles manifestaciones del despliegue artístico de la madre naturaleza.
El Soplao se encuentra a unas decenas de kilómetros de Altamira, en lo alto de la sierra de Arnero, que forma parte de la sierra del Escudo de Cabuérniga, paralela a la costa. El viaje por esta comarca hasta hace poco casi inaccesible es un atractivo por sí mismo. Entre montañas mucho más impresionantes que lo que haría suponer su altura de no más de 600 metros, se suceden los valles, entre laderas inmensas de prados y bosques donde se ubican pueblines dispersos en torno a esta cueva-mina: Labarces y La Florida por el lado de Valdáliga, Celis en Rionansa y Rábago en el término de Herrerías.
Desde El Soplao se contemplan impresionantes vistas a la cordillera cantábrica, y se distinguen perfectamente las cumbres -ya nevadas la mayoría- de Peña Sagra, Naranjo de Bulnes, Tres Mares, Sierra del Cuera y Mar Cantábrico. Desde el alto de la antigua mina de La Florida, la vista alcanza también a la Ría de San Vicente de la Barquera, Oyambre y Comillas.
Estas formaciones aparecen en el suelo, paredes, techos, encima de antiguas estalactitas, estalagmitas, e incluso de las coladas. Se encuentran principalmente en la zona Oeste de la cavidad, donde no había entradas naturales (Galería Gorda, Galería del Campamento, La Coliflor y El Bosque).
El aspecto más sencillo es el de penachos o rosetones de finísimos cristales, semejantes a espinas, de una longitud que oscila entre pocos milímetros hasta algo más de diez centímetros. Suelen encontrarse en los suelos, paredes o sobre cualquier tipo de concreción ya formada, incluso en la roca desnuda.
Gaudí tuvo sin duda que soñar con estas cuevas para idear su original arquitectura. La bóveda de Miquel Barceló para la sala XX del Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra, una compleja intervención en un colosal lienzo de mil metros cuadrados, es una personal imitación del trabajo secular del agua en las cavidades subterráneas de nuestro planeta, aunque él mantenga que se inspiró en las olas del mar. Su cpula es una recreación coloreada del techo de una enorme gruta.
El Soplao pronto fue explorado y comenzó a usarse como ventiladero, como atajo entre las distintas galerías y como almacén subsidiario. Al mismo tiempo corrió la noticia de su existencia por la comarca y pronto se convirtió en lugar de paso habitual de muchos paisanos cuando se trasladaban de un pueblo a otro y querían ahorrar las grandes distancias. Entonces la economía era sostenible, no había derroche ni contaminación, y el uso de El Soplao por los mineros no perjudicó en nada a la inmensa obra de arte que supone su completo recorrido.
Y alrededor comienzan a proliferar los pequeños restaurantes y las casas rurales. La comarca de Saja-Nansa ha sido declarada Ecomuseo, y se afirma que será conservada en toda su pureza por su valor ecológico. Pero ya hay publicidad de Coca-Cola en las revueltas del camino y muy atentos habrá que estar para que los varios cientos de visitantes diarios, que se convierten en romería en verano, no produzcan daños irreparables en un ecosistema cuya belleza y magnitud supera cualquier creación humana, cuya refinada y sofisticada estética supera cualquier obra de arte de creación humana.
De la franja costera, desde Unquera hasta San Vicente de la Barquera, ya hemos hablado: se caracteriza por la intensa interrelación entre los ambientes marinero y ganadero. Aquí hay rías como en Galicia, aunque de menor tamaño, y por las de Tinamayor, Tinamenor y San Vicente, el mar penetra en la tierra enriqueciendo el paisaje y las costumbres. Es la parte más conservada de la costa de Cantabria, pero ya sufre la presión del turismo, un salvavidas económico y una piedra atada al cuello de las sociedades tradicionales. Nos cuentan que se conservan también algunas de las tradiciones más fuertemente arraigadas a la tierra, como el arrastre de piedras con bueyes, tan bien conservado por los vecinos vascos, y la conocida procesión marinera de La Folía. Es un paraíso para el turismo ecológico, rural y activo, con un importante patrimonio histórico-artístico.
Las praderías donde pasta el ganado lechero se extienden hasta las mismísimas playas, algunas de las más extensas, solitarias y bellas de todo el cantábrico, como las de Merón, La Guerra u Oyambre. Ni siquiera en los meses de julio y agosto estas playas llegan a abarrotarse, pero acertar con los primeros días de la temporada playera, en mayo y junio, supone disfrutar de ellas casi en solitario. El Parque Natural de Oyambre contiene diversos ecosistemas, desde las dunas de la playa de Oyambre, hasta la reserva forestal del Monte Corona, pasando por la ría de La Rabia, refugio de aves acuáticas.
Recientemente se ha localizado en la ladera de El Soplao, un yacimiento de ámbar azul nico en el mundo (sólo está registrado otro pequeño en Repblica Dominicana), con numerosas bioinclusiones, cerca de medio centenar de insectos, sobre todo mosquitos, avispas y escarabajos. La mayoría de los insectos son especies desconocidas hasta ahora. Fue originado hace 110 millones de años por un gigantesco incendio forestal.
El ámbar de El Soplao es una ventana abierta a aquellos cálidos ecosistemas boscosos. Fue la vegetación de estos bosques el alimento de los dinosaurios, fueron estos mosquitos ceratopogónidos que ahora aparecen en el ámbar, atrapados durante cien millones de años, sus permanentes perseguidores por aquellos parajes?
Para ampliar la información:
El Soplao
Próximo capítulo
De cuevas por Cantabria: Puente Viesgo (y 3)