Como bien dice la despreciada Wikipedia, después de componer óperas como Salomé (1905) y Elektra (1909), en donde asomaba la politonalidad, la atonalidad y el paroxismo expresionista, con reflexiones psicológicas procedentes del nuevo paradigma freudiano sobre las pasiones humanas que entonces emergía, Strauss comunicó a Von Hofmannsthal su deseo de componer una ópera distinta, al estilo mozartiano, ligera, humorística y ambientada en la sociedad del siglo XVIII, la de Las bodas de Fígaro. A diferencia de las anteriores, el libreto es original, no está basado en obras literarias existentes, y su título alude a una costumbre inexistente que sirve de excusa para el desarrollo argumental.
A mediados del siglo XVIII, la princesa Marie Therèse von Werdenberg -que pudiera ser parodia de la misma emperatriz austriaca María Teresa-, conocida como La Mariscala por estar casada con un poderoso mariscal siempre ausente, mantiene amores ilícitos y casi pedófilos con su primo de 17 años. Un bruto personaje también primo suyo, el barón Ochs auf Lerchenau, casi les sorprende en el lecho cuando llega para pedirla colaboración en su inminente boda de conveniencia con la hija de un riquísimo burgués al que espera esquilmar al máximo. El jovencito Quinquin, el conde Octavian Rofrano, tiene que disfrazarse de sirvienta y atrae la lascivia del mujeriego barón, que ha venido a solicitar a su prima que seleccione un caballero para portar la rosa de plata a su prometida Sophie von Faninal, tal es como establece la supuesta costumbre de la época en la ceremonia de confirmación matrimonial. La Mariscala encarga la tarea a su joven amante, el cual al cumplirla se enamora de la novia, a su vez horrorizada por la zafiedad del barón. Ambos traman una trampa para que el fatuo pretendiente prescinda de la boda de conveniencia, mediante una cita con la falsa sirvienta que pone en evidencia pblica sus intenciones convocando a la policía. Y cuando el joven galán duda entre su antiguo amor por la Mariscala y su nuevo ardor por la novia liberada, la mujer madura acta con generosidad y se rinde al inexorable paso del tiempo que la condena, dejando libre el campo a los dos jóvenes enamorados.
Los papeles de Octavian y la Mariscala se corresponden con los de Cherubino y la Condesa en Las bodas de Fígaro de Mozart, donde también una chica asume el papel del chico, aunque en la obra de Strauss se acenta la confusión y pasa a ser capital en la trama. En las primeras funciones tras su estreno, hubo no poco escándalo en Viena por el hecho de que la obra comenzara con una escena de alcoba entre dos mujeres.
Aquí radica la mayor incógnita de la obra. Se supone que Strauss evitaba los papeles machotes con voz de tenor, pero eso por sí sólo no justificaría elegir la voz femenina de mezzosoprano para interpretar al sensible protagonista que vence al despreciable antagonista en la voz de bajo. Quizás se hubiera inclinado por un castrado de existir an en su época. Pero es una mujer la que interpreta al apolíneo condesito, la que se disfraza de sirvienta, la que interpreta uno de los más escelsos dos de amor con Sophie al final de la obra, la que protagoniza continas escenas lésbicas en escena que debieron asombrar al mojigato establishment del imperio austro-hungaro en aquel año de 1911. Demasiado para no ser premeditado. Quiso pues Strauss atacar la virilidad en la figura del barón Ochs y defender la feminidad (o la homosexualidad masculina) en la figura del efebo Quinquin interpretado por una mujer. Unos dicen que el msico estuvo siempre sometido a su esposa. Otros pueden pensar que bajo el maquillaje de un matrimonio fiel se escondían otros misterios.
Richard Georg Strauss (1864-1949) se había casado en 1894 con la soprano Pauline de Ahna, a quien dedicó varias de sus composiciones y con quien tuvo a su hijo Franz. Él murió a la edad de 85 años y su desconsolada esposa seis meses más tarde. Fue cuestionado por su adhesión al partido nazi y tiene en su haber la composición del himno para los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. En 1947 había declarado no sin sentido del humor: Quizás no sea un compositor de primera categoría, pero soy un compositor de segunda categoría de primer nivel. En todo caso, muchos consideran que nadie desde Wagner ha hecho una contribución más significativa a la historia de la ópera.
Al igual que el telón, el montaje confunde. Puede ser que hace quince años el juego de espejos en que se basa, -mezcla de realidad y ficción, alegoría existencial de los personajes-, resultara más original que hoy día. La escenografía de los distintos ambientes en los que se desarrolla la trama no nos convence. La alcoba de la Mariscala tiene una gigantesca cama a la que se suben continuamente los personajes y hasta los figurantes; el salón de los Faninal es evocado por una docena de sillas que son movidas de un lado a otro sin ton ni son como en las peores dramaturgias. Vestuario y mobiliario colaboran a una confusión de épocas que más que intemporalidad nos oculta que estamos a mitad del siglo XVIII. El escenario oscila entre el vacío y la presencia de multitudes injustificadas. Los intérpretes sobreactan casi siempre. El tono jocoso está exagerado.
El juego de prismas especulares que se abren y cierran no nos parece estéticamente arrollador. Cuando incluyen decorados repetidos no resultan convincentes, sobre todo al final del tercer acto, con una horrible ilustración forestal presidiendo el interminable dueto de los enamorados. Las dificultades de comprensión y seguimiento se agudizan con la obligación de leer los subtítulos, y de sufrir con ellos, pues ya advirtió el mismo libretista, Hugo von Hofmannsthal, que su lenguaje ha convertido a este libreto en el más intraducible del mundo. Plumas de una extraordinaria habilidad se han esforzado en traducirlo al inglés, el francés y el italiano. Pero los personajes, extraídos del elemento de este lenguaje, adquieren algo de frialdad, se confrontan con perfiles mucho más duros. Falta la parte más delicada del modelado. Falta la cordialidad de los personajes entre sí a través de la cual surge el ambiente de una obra.
Han sido tantas y tan grandes las cantantes que han interpretado los papeles femeninos de esta ópera, que cualquiera lo tendría difícil. Anne Schanewils, la soprano que hace de La Mariscala, está en su sitio. Joyce Di Donato, muy conocida en el coso madrileño, a menudo la eclipsa, eufórica tras la reciente concesión por votación popular del premio Gramophone a la artista del año, por delante de nombres como Plácido Domingo y Lang Lang. Merecida compensación a una etapa desgraciada en la que ha sufrido rotura del peroné, torcedura de ligamentos y una intervención quirrgica en abril pasado.
Mortier ha contado con Alejandro Stadler para la realización de escena, aunque me conozco cada detalle y movimiento; es la mejor que he visto en mi vida, es lo máximo que he tenido ante mis ojos y en su momento fue un enorme desafío, dice.
Al frente de la orquesta debuta en Madrid el británico Jeffrey Tate que, dada su precaria salud y que dirigirá en silla de ruedas, ya que padece espina bífida, alternará la dirección musical con Jonas Alber. Para Tate, esta obra representa un cambio muy grande en la forma de escribir msica, un lenguaje nuevo, y se puede decir que el pblico escucha por primera vez hablar a los intérpretes como la gente normal. Strauss inventó un lenguaje nuevo en el que los personajes mantienen conversaciones de manera natural, una dificultad añadida que exige una orquestación como de cámara para que se pueda escuchar la voz de los cantantes. Para la orquesta es un reto porque es un sonido nuevo. Debido a todo ello, la formación orquestal habitual ha sido aligerada.
El caballero de la rosa es toda una reflexión acerca del tiempo y también encierra una cierta nostalgia sobre un tiempo pasado. Nos recuerda que todos vamos a morir y que tenemos que ayudarnos unos a otros para crear un mundo mejor, resume Mortier.
En Der Rosenkavalier, el cromatismo de raíz wagneriana cede ante un esquema predominantemente diatónico, manteniendo no obstante el invento de Wagner de crear motivos que identifican a los personajes y a las situaciones. El preludio se abre con el tema de Octavian a cargo de la trompa, brusco y enérgico, recordando a Don Juan, uno de los poemas sinfónicos del autor. En este fragmento se expone por primera vez el tema que va a servir para describir los sentimientos de la Mariscala, su nostalgia y resignación ante lo inevitable del paso del tiempo.
En el segundo acto destaca el encuentro entre Octavian y Sophie, Mir ist die ehre widerfahren, en la cual el acto de entrega de la rosa de plata se transforma en un do de amor. La melodía extasiada de Sophie llega hasta el extremo agudo en pianissimo, y el compositor logra a través de la msica y el texto suspender y elevar a los personajes hasta colocarlos por encima del espacio y del tiempo. Se introduce el tema de la rosa de plata, con una orquestación sumamente original de tres flautas, otros tantos violines, celesta y dos arpas, de modo que el sonido tenga matices plateados y sugiera el metal de la rosa. La escena concluye con un epilogo orquestal, en el que una intervención del clarinete indica la presencia del barón Ochs, y rompe el clima poético de la escena.
Mención especial merece el uso del vals como forma musical presente en muchos momentos de la partitura y siempre ligado al personaje odioso del barón; uno de los fragmentos más célebres es el de Ohne mich, ohne mich jeder tag dir so bang en el segundo acto. Se trata de un anacronismo deliberado, ya que esta forma musical decimonónica no era propia de la época en que transcurre la acción. Así, estos valses están cargados de ironía y tienen un aire decadente frente a la brillantez de los del otro Strauss, el célebre Johann de las trasmisiones eurovisivas del Año Nuevo.
DER ROSENKAVALIER
(El caballero de la rosa)
Richard Strauss (1864-1949)
Libreto de Hugo von Hofmannsthal
Comedia en tres actos estrenada en la Knigliches Opernhaus de Dresde el 26 de enero de 1911
Nueva producción en el Teatro Real procedente del Festival de Salzburgo
EQUIPO ARTÍSTICO
Directores musicales, Jeffrey Tate, Jonas Alber
Director de escena, escenógrafo y figurinista, Herbert Wernicke
Realizador de la dirección de escena, Alejandro Stadler
Iluminador, Urs Schnebaum
Director del coro, Andrés Máspero
Directora del coro de niños, Ana González
REPARTO
La Mariscala Anne Schwanewilms
El barón Ochs Franz Hawlata
Octavian Joyce DiDonato
Faninal Laurent Naouri
Sophie Ofelia Sala
Marianne Ingrid Kaiserfeld
Valzacchi Peter Bronder
Annina Helene Schneiderman
Comisario Scott Wilde
Mayordomo de la Mariscala ngel Rodríguez
El mayordomo de Faninal Josep Fadó
Un notario Lynton Black
Un posadero Christoph Homberger
Un cantante
(Miembros del Coro Titular del Teatro Real)
Tres huérfanas, Tetyana Melnychenko, Maira Rodríguez,Rosaida Castillo
Una vendedora de moda Consuelo Garres
Un vendedor de animales, Houari López
Cuatro sirvientes de la Mariscala, Gaizka Gurruchaga, Carlos Silva,Gustavo Gibert, Abelardo Cárdenas
Cuatro camareros, José Alberto García, José Carlo Marino,Harold Torres, Rubén Belmonte
Un criado, Ivo Stanchev
DURACIÓN APROXIMADA
Acto I: 1 hora y 15 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 55 min.
Pausa de 20 min
Acto III: 1 hora
FECHAS
Diciembre:
3, 6, 9, 11, 14, 17, 19, 22
19.00 horas; domingo, 18.00 horas
La función del día 14 será transmitida en directo por
Radio Clásica, de Radio Nacional de España.