García ha hilado largas peroratas sobre asuntos diversos de la vida cotidiana intercalados con reflexiones que aspiran a trascendentes. Todo ello es recitado monótona e incensantemente por sus actores, turnándose en el discurso monocorde mientras se ciñen a la cabeza surtidos de verduras frescas, muerden alguno de los mil panecillos que alfombran el escenario, confeccionan bocadillos de gusanos vivos, mastican, engullen, vomitan, escupen y se lavan los dientes en primer plano, se pintarrajean con aspersores portátiles, pican carne y se la untan, se jabonan con gel de ducha y hacen interminables guarrerías en pelotas. Nada de erotismo, sin embargo, frotamientos asquerosos, contorsiones repugnantes. Todo ello es reproducido en primeros planos en la gran pantalla que cierra el escenario para que lo veas dos veces, al natural y en vídeo, sin perder detalle.
que escuche una obra compuesta de movimientos lentos y que invita al recogimiento. Pedirle eso a este pblico, gente como yo, que vive como yo, en una realidad de terror y de absurdo, en metrópolis absurdas y crueles, plagadas de imágenes vacuas, de sonidos brutales, víctimas todos del papel moneda, es una temeridad.
Esta temeridad, la interpretación en directo del pianista Mario Formenti, sorprende y noquea a los espectadores, pero es todo un hallazgo. En 1787, el mismo año en que estalla la Revolución Francesa, la hermandad de la Santa Cueva de Cádiz encargó al compositor austriaco Joseph Haydn una obra orquestal que recordase las siete frases de Jesucristo en la cruz segn los Evangelios; segn contaba el mismo Haydn las paredes, ventanas y columnas del templo estaban cubiertas con telas negras y una lámpara colgada en el centro proporcionaba luz en esta santa oscuridad. Al mediodía, se cerraban las puertas y la msica comenzaba. Después de un apropiado preludio, el obispo subía al plpito, pronunciaba una de las siete palabras y procedía a comentarla. Luego bajaba del plpito y se arrodillaba ante el altar. Durante esta pausa se volvía a tocar msica. De manera similar, el obispo subía y bajaba del plpito para cada una de las restantes palabras, y la orquesta tocaba en cada pausa.
Así pues esta msica tan piadosa y tan sagrada sirve de colofón descontextualizado a una obra premeditamente atroz, en la que el menos ofensivo de los epítetos dedicados a Jess de Nazaret es el de puto demonio. Se justifica así el autor: Cada pieza teatral es una manifestación más de vivir. Por vivir entiendo muchos accidentes, recuerdos, pero también olvidos, cosas que olvidamos por miedo o vergenza. Hacemos cosas vergonzosas y juramos que nunca hemos hecho nada humillante, lo borramos intencionadamente de nuestra memoria. Luego esas cosas afloran en las obras, disfrazadas, ni nosotros nos damos cuenta de que esos miedos y esos oprobios están ahí. Por esto la materia del artista es la expectación, la fragilidad y sus vergenzas. Como creador, uno no tiene elección, uno no hace ni lo que dicta la moda, ni lo que demanda el mercado; uno hace lo que puede hacer y nada más que lo que puede hacer. Si se hace a fondo y saltándose los límites expresivos que quieren imponernos, resulta que al final coincide lo que uno puede hacer con lo que uno debe hacer.
Los actores demuestran gran valor y estar curtidos en el oficio. Juan Loriente y su tocayo Juan Navarro son habituales colaboradores del director. Protagonizaron su anterior obra, Muerte y reencarnación en un cowboy. Gonzalo Cunill estuvo en las versiones del Platonov de Chéjov, y de la Madre Coraje y sus hijos de Bertolt Brecht, dirigidas por Gerardo Vera y producidas por el CDN.
A la vista de un espectáculo tan soez, a la lectura de un texto tan deleznable, uno sólo desearía que el autor en un ataque de lucidez suicida sólo pretendiera mostrarnos todas las incongruencias horripilantes de nuestra época, los discursos fatuos, la pedantería ociosa, la heterodoxia de marca, la incandescente bsqueda de notoriedad, la rebeldía sumisa y el fracaso vital. Que sea una metáfora tóxica, un purgante. Que, por dios bendito, no vaya en serio. Este picnic en el monte Gólgota es patético. Una performance con medio siglo de retraso. Rodrigo García tiene 46 años, edad más que suficiente para haber madurado. En mi caso, la retirada no está muy lejos. Este será uno de mis ltimos pasos, ha declarado. Podría terminar de ministro de Cultura.
Más información sobre Las siete ltimas palabras de nuestro salvador en la cruz de Haydn
La versión de fortepiano, tocada en un instrumento que es copia de uno de 1784, ha sido grabada por Pablo Cano (Las siete ltimas palabras de nuestro salvador en la cruz, Madrid, Several Records, 1994)y puede escucharse en Spotify.
Gólgota picnic
una creación de Rodrigo García
Pianista, Marino Formenti
Centro Dramático Nacional
Texto, dirección y escenografía Rodrigo García
Iluminación Carlos Marquerie
Videocreación Ramón Diago
Espacio sonoro Marc Romagosa
Vestuario Belén Montoli
Asistente de dirección John Romão
Asesor técnico Roberto Cafaggini
Reparto (por orden alfabético)
Gonzalo Cunill
Nria Lloansi
Juan Loriente
Juan Navarro
Jean-Benoît Ugeux
Msica
Las siete ltimas palabras de Cristo en la Cruz, de Joseph Haydn
Producción
Centro Dramático Nacional
Théâtre Garonne de Toulouse
Festival de Otoño de París
7 de enero a 6 de febrero de 2011
De martes a sábados, a las 20.30 h
Domingos, a las 19.30 h
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 Madrid