Todo es enredos, Amor es una comedia clásica de enredo en la que una señorita de armas tomar se disfraza de señor para perseguir al chico que la gusta hasta conseguirlo. Su autor, Diego de Figueroa y Córdoba, fue un cortesano ilustrado del siglo XVII, culto y amante de las artes, que escribió ingeniosas y divertidas comedias y entremeses al gusto de su época que yacen olvidadas esperando mejor fortuna. Como le ocurría a ésta, confirmando el tópico del inmenso tesoro dramático casi sin explotar que esconde el Siglo de Oro más allá del puñado de títulos habituales y del canon establecido. La Compañía Nacional de Teatro Clásico la ha escogido en el segundo montaje que aborda la nueva promoción de su Joven Compañía, tras su debut con La moza de cántaro. Una impecable versión de Julio Salvatierra y una ingeniosa dirección de lvaro Lavín redondean una entrega sobresaliente.
La propuesta es que la acción pueda transcurrir hoy, pero sin necesidad de ser realista; un punto medio interpretativo para los jóvenes actores de la Compañía en el que no tengan que hacer hincapié ni en los arquetipos actuales del joven, ni en los estereotipos de los personajes clásicos. En este sentido, se liman algunos giros de los que hoy suenan más arcaicos, e incluso se introduce alguna frase actual para encontrar ese punto medio difícil: y esta vez logrado.
El simple quicio de una puerta es el centro de la acción. No necesita más Lavín paras hacernos pasar una y otra vez a un lado y otro mientras Elena se convierte en Lope y Lope deja paso a Elena, mientras la casera doña Paula persigue a Lope, don Fernado le tira los tejos a la nueva sirvienta, la cual no es sino Elena, y todos quieren ligar con todos ante un pianista burlón.
Despojar al teatro clásico de lo que lo hace clásico? Desde luego que en absoluto ha sido esta nuestra intención. Podría parecer que esa necesidad de comunicación presencial, basada en el hoy del intérprete y el espectador, se contradice en cierto modo con la representación de unas historias que reflejan un orden social que ya no existe, unos patrones de relación entre los hombres (y las mujeres) que ya no son válidos, unos códigos de conducta basados en valores que han cambiado Pero lo que mantiene la validez del teatro clásico -en mi visión personal, se explica Salvatierra- es, por un lado, la gran riqueza del lenguaje y esa calidad extracotidiana, inverosímil y por tanto interesante, que tiene el verso barroco. Los tempos han cambiado del siglo XVII acá, pero este teatro sigue constituyendo un río con un caudal verbal que nos impresiona.
Y por otro, contina el versionador, el gran conjunto de emociones, y también de razones, que atesoran estas obras. Estos dos elementos -lenguaje y juego emocional- son los que hemos querido potenciar en esta adaptación, intentando transformar las referencias a la sociedad de entonces, en referencias reconocibles hoy día. Buscar en qué se han convertido hoy aquellas mujeres barrocas, valientes, que se vestían de hombre para lograr sus objetivos. Buscar las diferencias sociales y económicas entre los personajes -de las que el teatro barroco está repleto con sus amos y criados- en un mundo en que en las universidades conviven los hijos de los ricos y de los menos ricos. Buscar a dónde lleva hoy ese enamoramiento barroco que entonces sólo podía acabar en el matrimonio.
Si hemos cedido tanto espacio a sus explicaciones es porque no suelen abundar hoy entre aquellos que entran a saco en los clásicos de todos los tiempos y los adaptan a capricho y en su detrimento. Y para incluir a continuación nuestro principal pero al resultado: hay que mejorar todavía mucho el tono de las actrices jóvenes, perseguir al grito hasta el destierro, mejorar la pronunciación aunque sea necesario hablar más lento.
Y pues ya en mi poder tengo
la llave del cuarto bajo,
que he alquilado, y en él veo
an abierto el pasadizo
que va a mi cuarto, al momento
voy a mudar este traje;
porque Félix, en volviendo
a casa, encuentre a Lope,
borrándole así el recelo
que tuvo al mirarme aquí.
Prosigue la Compañía Nacional de Teatro Clásico su buena andadura. Mamen Camacho tiene el papel más difícil y lo solventa estupendamente. Francesco Carril es ya un actor forjado. Nos gustan doña Paula y doña Manuela en su originalidad, y los carpinteros por tener su enjundia. La escenografía de Carolina González debería ser ejemplo de buen hacer con ajustado presupuesto y contados mimbres. Sobresaliente gracias también a una estupenda iluminación. Los trucos de Lavín en escena -imágenes congeladas, gestos al pblico, subrayados diversos- son de enorme eficacia. La msica en directo siempre es un placer, y ésta es una msica muy de hoy y muy de siempre. El pianista, finalmente, juega un importante papel de intermediario. La sala estaba llena, y el pblico era más joven que de costumbre. Su próxima gira permitirá pasar un buen rato en otros teatros de España.
Segunda Promoción de la Compañía Joven
Todo es enredos, Amor
de Diego de Figueroa y Córdoba
Teatro Pavón (4 de enero 6 de febrero)
Elenco
Doña Elena: Mamen Camacho
Juana: María Prado
Ortiz: Carlos Jiménez Alfaro
Doña Paula: Georgina de Yebra
Inés: Badia Albayati
Lucía: Sara Moraleda
Don Félix: Francesco Carril
Tronera: Julio Hidalgo
Don Fernando: Héctor Carballo
Doña Manuela: Paloma Sánches de Andrés
Pedro: Mario Retamar
Juan: Roberto Sáiz
Segismundo: Daniel Teba
Pianista: ngel Galán
Equipo
MÚSICA: Mariano Marín
ASESOR DE VERSO: Vicente Fuentes
ILUMINACIÓN: Luis Perdiguero
VESTUARIO: Almudena Huertas
ESCENOGRAFÍA: Carolina González
VERSIÓN: Julio Salvatierra
DIRECCIÓN: lvaro Lavín
Representaciones
Madrid (Teatro Pavón): 4 de enero 6 de febrero 2011
Festival Clásicos en Alcalá: Junio 2011
Festival de Teatro Clásico de Almagro: Julio 2011
Festival de Teatro Clásico de Olite: Julio 2011.