Se dice que Un bobo hace ciento es un precedente notable del subgénero de comedias de figurón, sátiras protagonizadas por un personaje ridículo, grotesco, a través del cual se critican defectos humanos y comportamientos sociales negativos. El bobo teóricamente es don Cosme pero al menos en esta versión -no hemos podido localizar el original y de nuevo los versionistas o versionadores prescinden de su obligación de detallar los cambios introducidos- en esta versión, decimos, no es más bobo don Cosme que don Diego y don Luis, ni que sus contrapartes femeninas. La bobería como en la vida real campa por sus respetos.
La trama es un complicadísimo enredo de ligoteos vacuos, una ingeniosas sucesión de malentendidos, un disparate de equívocos divertidos, una trama que cuesta seguir porque a menudo no se entiende lo que dicen los actores, y tratándose de un clásico en verso, es lo peor que puede ocurrir en escena. Así que esta vez nos ha fallado el asesor de verso.
Juan Carlos Pérez de las Fuente, de quien hemos celebrado sus dos anteriores puestas en escena (Angelina o el honor de un brigadier y Puerta del Sol, fuerza al máximo el carácter carnavalesco y extravagante de la obra porque teatro y carnaval han sido siempre buenos compañeros de viaje cuando los pueblos atraviesan crisis morales, políticas o económicas. Divertimento puro y duro. Casi Fofó, Miliki y Miliquito, pero con parrafones antológicos en español soberbio. Y añade: Es divertida, caótica, loca, excéntrica, inverosímil. Un puzzle, un enredo, un fabuloso enredo lleno de equívocos, confusiones y líos.
Ciertamente. Dos Cosme se desdibuja bajo sus gafitas rosáceas. El lío de personajes es descomunal. Todo el mundo chilla y corre de un lado para otro en una escenografía demencial de maquetas con ruedas arrastradas a lo loco, de puertas monumentales que son balcones y portones, de empinar la bota y el botijo. Únicamente el trío orquestal y los mantones y capotes que adornan el entresuelo del teatro, permanecen en su sitio. Lo demás es un continuo ir y venir, un lío de hermanos mandones y hermanas tapadas, de sirvientes cachazudos y doncellas listorronas, en el que es mejor prescindir de entender algo y dejarse arrastrar por la vorágine durante dos horas frenéticas.
En este sper enredo, resulta tan importante el quién es quién, como el dónde y el cuándo está o estuvo- cada cual. De hecho, el equívoco entre identidades, tiempos y ubicaciones, ahondado por los recelos y la desconfianza, provoca en los protagonistas una cadena de deducciones erróneas que conducen sin remedio al embobamiento por amor; un doble trazado urbano y doméstico cuya distribución parece en una primera, pero también en una vigésima lectura- harto difícil de desglosar, unido todo ello a la confusión provocada por los antecedentes, calendario y tramos no vistos de la acción y al cruce interesado de suplantaciones, explica con mucho tino Bernardo Sánchez, autor de esta versión.
Es tan alambicada e ingeniosa la comedia de Solís que necesita, efectivamente, una guía fiable de los encuentros, citas, cruces, escondites, enmascaramientos, mensajes, y entradas y salidas de los personajes: un plano de situación, en definitiva, como ha deducido correctamente el adaptador. Digamos que el mapa logrado es an confuso y que el viajero debe resignarse ante el monumental lío que le cae encima.
Y sin embargo, algo sutil se nos quiere decir desde el mismo originalísimo título. Las convenciones sociales de entonces y de ahora generan un tipo de humano adulto que se cree muy listo y es bastante tonto. Las ocurrencias y los atajos, las mentiras y las simulaciones de los cinco protagonistas treintañeros que parecen tan vacuos y superficiales como los de ahora, sólo son tontunas, y sus empirigotados sujetos, mentecatos. Menos mal que Juana e Inés, y Juancho y Martín, ponen el contrapunto escéptico.
El principio del montaje es un desastre, y los razonamientos de la Vida y el Tiempo podían haber sido obviados. Pérez de la Fuente demuestra ser uno de los mejores directores actuales en la originalidad con que trata diálogos y situaciones en escena. Los personajes hablan entre ellos nunca mirándose de frente, se alinean y contorsionan en una danza escorada y sorprendente que observa a menudo a los espectadores reclamando su aquiescencia. Y con Solís tras los anteriores Jardiel y Galdós, insiste afortunadamente en su inclinación contracorriente por nuestros clásicos de todas las épocas (Para cuándo Benavente o Echegaray?).
Aldabalejo, Rojas y Sendino hacen un trío efectivo, aunque éste ltimo deba tener más cuidado con esos escupitajos que salpican al pblico (tenían que ver las caras en la primera fila). Rebeca Hernando y José Ramón Iglesias son esos papeles secundarios cuyo acierto salva un montaje. Arturo Querejeta es un gran actor. Todos ellos están versados en el teatro clásico y forman un elenco del que el teatro español puede estar satisfecho. Los hemos visto en El condenado por desconfiado, en La estrella de Sevilla, en El pintor de su deshonra, en fin, esta compañía merece un reconocimiento colectivo: aquí los tienen a todos.
El teatro a rebosar, lleno de gente joven. El vestuario, discreto. Los arreglos musicales, en efectivo diálogo con la escena. La gente aguantó el diluvio de versos con devoción, y aplaudió con convicción la velada. Y una humilde sugerencia: ofrecer por módico precio en edición barata y comparada el original y la adaptación de cada obra de la CNTC al pblico asistente, detallando los cambios introducidos en el original y las razones de ello. Los clásicos sonreirán desde el olimpo y entre todos regaremos el jardín de nuestra lengua.
CNTC
Teatro Pavón Madrid
Un bobo hace ciento
de Antonio de Solís y Rivadeneyra
Equipo
ASESOR DE VERSO: Vicente Fuentes
COREOGRAFÍA: Nuria Castejón
COMPOSICIÓN MUSICAL Y ARREGLOS: Alicia Lázaro
ILUMINACIÓN: Jose Manuel Guerra;
VESTUARIO: Javier Artiñano
ESCENOGRAFÍA: Richard Henry Louis CenierCernier;
VERSIÓN: Bernardo Sánchez;
DIRECCIÓN: Juan Carlos Pérez de las Fuente
Elenco
Vida humana: ngel Ramón Jiménez;
Tiempo: José Vicente Ramos;
Edad de oro/Edad de cobre: Jess Hierónides;
Edad de plata/Edad de hierro: Jess Calvo;
Carnestolendas/ Juana: Eva Trancón;
Don Luis: Francisco Rojas;
Martín: Arturo Querejeta;
Don Diego: Fernando Sendino;
Inés: Rebeca Hernando;
Doña Isabel: Beatriz Argello;
Don Cosme: Daniel Albaladejo;
Juancho: José Ramón Iglesias;
Doña Ana: Muriel Sánchez;
Percusión: Sergey Saprychev;
Fagot: Héctor Garoz;
Clarinete: Dolores Navarro
DURACIÓN: 1 hora 50 minutos:
Representaciones
Madrid (Teatro Pavón): 19 de febrero 3 de abril 2011
Festival Clásicos en Alcalá: Junio 2011
Festival de Teatro Clásico de Cáceres: Junio 2011
Festival de Teatro Clásico de Almagro: Julio 2011