Una extraordinaria novedad en torno a la inédita juventud de un genio, opina Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, del que fuera el artista hispano-italiano más importante del siglo XVII, nacido en Játiva, valenciano de nacimiento e italiano de adopción, como sus paisanos los Borja-Borgia un siglo antes. Desarrolló toda su carrera en Italia -Parma, Roma y Nápoles-, donde cultivó un estilo derivado del que había difundido Caravaggio. Y protagonizó una rápida evolución, de un naturalismo humano de precisión descriptiva y claroscuro,con el que renovar la presentación de asuntos tradicionales como los Sentidos, los Apóstoles o los Filósofos, a una pintura devocional más dramática, más sombría. De la Roma mundana al Nápoles catoliquísimo.
La más importante exposición sobre Ribera (1591-1652) había tenido lugar en el Prado en 1992. Y prueba de la conmoción que ha sufrido nuestra concepción del pintor en los ltimos tiempos es que de los 32 cuadros que forman el despliegue actual, sólo 10 eran considerados suyos entonces. Los otros 22 que hoy se despliegan o no se conocían o no eran considerados suyos an. Es un cambio sísmico, dice Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado, no sólo en lo referente al pintor valenciano, sino también para la comprensión del panorama pictórico romano tras la marcha de Caravaggio.
Como decimos, uno de los episodios de mayor importancia, relacionado con la historiografía de la pintura española de los ltimos años, está siendo la reconstrucción de la actividad pictórica que llevó a cabo José de Ribera durante su estancia en Roma y los primeros años de su vida napolitana (1610-1622). Durante los ltimos diez años se han realizado avances muy significativos en el conocimiento e interpretación de esta etapa temprana del pintor; nuevos estudios han añadido datos inéditos sobre los lugares donde residió, su círculo de clientes y su situación financiera, pero lo más relevante es que el análisis estilístico y los aportes documentales han permitido identificarlo con el hasta entonces anónimo Maestro del Juicio de Salomón lo que ha supuesto la incorporación de varias decenas de obras a su catálogo. Desde el punto de vista del Museo del Prado, al interés que ofrece esta muestra de profundizar en el conocimiento de Ribera, uno de los artistas españoles mejor representados en sus colecciones, se suma al que permite crear un contexto muy preciso para el estudio y la valoración de La resurrección de Lázaro, un cuadro cuya atribución fue muy discutida en el momento de su adquisición (2001), y que hoy es generalmente aceptada. La mayor parte de las obras de Ribera que custodia la institución son muy posteriores, por lo que esta muestra constituirá la ocasión más propicia para entender plenamente este gran cuadro y valorar su extraordinaria significación en el contexto de la carrera temprana de su autor.
Las treinta y dos obras que conforman la exposición proceden de museos y colecciones de España, Italia, Francia, Gran Bretaña, México, Suiza, Hungría y Estados Unidos, e incluye una representación de las dos principales series que hizo Ribera en esos años (el Apostolado y Los cinco sentidos), así como las composiciones más complejas que realizó en Roma y Nápoles. Todo ello permitirá al visitante conocer los principales intereses temáticos del joven pintor y apreciar la manera en que se fue formando y evolucionando su estilo hasta convertirse en uno de los pintores naturalistas más originales y poderosos posteriores a Caravaggio.
Además de nuevas hipótesis sobre la cronología de las obras, su sucesión, o la relación que existe entre ellas, los trabajos de preparación de la exposición han dado como resultado la identificación de un nuevo cuadro de Ribera que se dará a conocer en la muestra, tras su restauración, con esta atribución y figurará en el catálogo de la misma comentado por Antonio Vannugli, autor de la investigación que ha llevado a su identificación como obra correspondiente a la producción temprana del artista. Se cuenta también con las aportaciones de los dos principales expertos que están llevando a cabo la revisión de esta etapa crítica de la carrera de Ribera, Gianni Papi y Nicola Spinosa, que han colaborado en el catálogo.
Le llamaron El Españoleto porque era bajito y siempre añadía su nacionalidad cuando firmaba. Dicen que dijo: Mi gran deseo es volver a España, pero hombres sabios me han dicho que allí se pierde el respeto a los artistas cuando están presentes, pues España es madre amantísima para los forasteros y madrastra cruel para sus hijos. Se le tuvo durante siglos por un secundón, un pintor fnebre y desagradable, que pintaba obsesivamente temas de martirios con un verismo truculento, que empapaba el pincel en la sangre de los santos. En realidad, dicen los historiadores que Ribera evolucionó del tenebrismo inicial a un estilo más luminoso y ecléctico, y que su gama de colores se aclaró en el ltimo tramo de su vida.
La exposición se inicia y se termina con dos visiones de San Jerónimo, uno de los primeros cuadros de Ribera, y el ltimo, fechado el mismo año de su muerte. Parte de un ámbito denominado José de Ribera versus Maestro del Juicio de Salomón, en el que se enfrentan algunas de las pocas obras que han
sido atribuidas históricamente a Ribera como correspondientes a esta primera etapa de su carrera con otras importantes pinturas consideradas anteriormente obra del llamado Maestro del Juicio de Salomón. En este ámbito se incluyen cuatro magníficos ejemplos del Apostolado Cosida procedentes de la Fundación Longhi. Frente a ellos, se exponen tres de los Sentidos, serie fundamental en el proceso de la reconstrucción de la actividad del joven Ribera y en cuya factura era ya patente la seguridad y afán de originalidad del artista.
La composición de los apóstoles es muy rigurosa y sus amplios fondos desempeñan un papel fundamental en la creación del clímax dramático, mientras que en los Sentidos las figuras llenan el espacio pictórico y hay un tratamiento muy naturalista de sus acciones, aspectos que explican las razones por las que durante décadas ambas series se han atribuido a autores diferentes.
A continuación de este primer ámbito, se presenta otro conjunto de obras en torno a Ribera en Roma: los cuadros de historia. En Roma, Ribera se aproximó a la pintura de historia -composiciones complejas con varios personajes cuyos asuntos procedían de repertorios narrativos como la Biblia-, mientras los detractores del naturalismo sostenían que era un estilo
inadecuado para representar composiciones en las que se usaba una amplia variedad de acciones y afectos. Ribera, artista joven y deseoso de reconocimiento, respondió a este debate con obras de formato apaisado, protagonizadas por figuras de considerable tamaño, en las que el lenguaje naturalista constituyó un instrumento muy eficaz para dar credibilidad a las acciones, a los sentimientos y a la relación de los personajes entre sí.
Además de nuevas hipótesis sobre la cronología de las obras, su sucesión, o la relación que existe entre ellas, los trabajos de preparación de la exposición han dado como resultado la identificación de un nuevo cuadro de Ribera, El martirio de San Lorenzo, incluido en este ámbito dedicado a los cuadros de historia de Ribera en Roma. La obra, procedente de la Basílica del Pilar de Zaragoza, se da a conocer por primera vez en la muestra con esta atribución -tras su restauración en los talleres del Museo- y figura en el catálogo de la misma, comentada por Antonio Vannugli, autor de la investigación que ha llevado a su identificación como obra de Ribera.
La exposición concluye con las pinturas correspondientes a los primeros años de
Ribera en Nápoles. En 1616, el artista llegó a Nápoles, ciudad en la que
permanecería hasta su muerte en 1652. La transformación que su arte experimentó allí está relacionada con las diferentes expectativas que su nueva clientela desarrolló hacia la pintura, lo que se tradujo en un énfasis mayor en cuestiones devocionales. Mientras que las pinturas de composición que había hecho en Roma se caracterizaban por su formato apaisado, su elevado nmero de personajes y su aspiración a convertirse en cuadros de historia, las que hizo durante su primera década en Nápoles fueron, en su mayoría, verticales, de naturaleza devocional y con un predominio de temas relacionados con la Pasión. En ellos se juega frecuentemente con el contraste entre el cuerpo desnudo y mártir y el afán o la mofa de quienes le rodean, siguiendo una fórmula de amplia tradición que ya había utilizado Caravaggio.
Aproximación a la Exposición (del 1 al 10)
Selección: 9
Despliegue: 8
Comisariado: 9
Interés: 8
Atractivo: 8
EL JOVEN RIBERA
De 5 de abril a 31 de julio de 2011
Museo del Prado, Sala C (Edificio Jerónimos)
www.museodelprado.es
Comisarios: José Milicua, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona, y Javier Ports, jefe de Conservación de Pintura Española del Museo del Prado.
De martes a domingo de 9:00 a 20:00 horas (ltimo pase de acceso a las 19:00h)