Sobran veinte minutos y parecen notarlo actores y espectadores cuando al fin cae el telón
Desde que retornara a los escenarios con La violación de Lucrecia, después de una larga ausencia, la veterana Nuria Espert ha iniciado una segunda vida artística que ahora confirma en La loba, un drama norteamericano de los años cuarenta del pasado siglo con enfrentamiento familiar y trasfondo social. Es la despedida de Gerardo Vera al frente del Centro Dramático Nacional, con un espectáculo excepcional de brillante montaje y contundente reparto, cuyo final dubitativo y prolijo impide la calificación global de impecable.
Gerardo Vera y Mario Gas han protagonizado un duelo fructífero en los escenarios subvencionados por las administraciones pblicas durante los ltimos años. Ahora ambos se retiran al unísono, y mientras Gas de despide de los teatros municipales insistiendo en su devoción por el género musical con Follies, Vera lo hace del Centro Dramático Nacional con su predilección por el teatro de EEUU montando La loba. En ambos casos, y en muchos más en la cartelera madrileña, manda la influencia estadounidense sobre una supuesta responsabilidad en apoyar al teatro autóctono.
The Little Foxes de Liliam Hellman (1905-1984) es aquí La loba porque traducir esta cita bíblica como Las zorritas o an peor La zorra resultaba naturalmente inadecuado. Escrita en 1939, ambientada en la Alabama rural de comienzos de ese siglo e inspirada en las propias tribulaciones familiares de la autora, se hizo famosa en una recordada adaptación cinematográfica a cargo de Bette Davis, entonces mucho más joven que la protagonista elegida hoy, pero igual de inclinada al melodrama. Hellman ha gozado de gran fama extraliteraria debido a que el Establishment cultural de su país la consagró por sus ideas progresistas, por negarse a testificar ante el Comité de Actividades Antiamericanas en 1952, acusada de conspiradora comunista. En 1957 colaboró con Leonard Bernstein en el libreto de Candide, la opereta del msico basada en Voltaire que ha podido verse recientemente en nuestros escenarios. La pieza ha tenido continuas reposiciones, la ltima el año pasado en Nueva York, y a la malvada Regina la han dado vida entre otras Anne Crawford y Elizabeth Taylor. Incluso ha inspirado una ópera, Regina de Marc Blisztein en 1949, con libreto de la propia Lillian Helman.
La acción transcurre a finales del siglo XIX en una pequeña localidad del sur de los Estados Unidos. La ambiciosa Regina (Nuria Espert), esposa del banquero local James Giddens (Víctor Valverde), junto a sus dos hermanos, Ben (Hector Colomé) y Óscar (Ricardo Joven), cuya falta de escrpulos los ha elevado hasta caciques locales, deciden llevar a la práctica el sueño de toda su vida: levantar una gran fábrica textil junto a sus plantaciones de algodón, con la que multiplicarán sus ganancias gracias al control que ejercen sobre la población local. La acción comienza en una cena que rubrica el acuerdo logrado con una gran firma de Chicago, cuyo dueño, William Marshall (Paco Lahoz), les visita para sellar el pacto. Cuando despiden al invitado, Ben y Oscar insisten a su hermana Regina para que consiga que su marido invierta en el negocio y ella les exige a cambio a cambio una participación ventajista. Regina envía a su hija, Alexandra (Carmen Conesa) a buscar a James, interno en un hospital donde se recupera de un grave ataque al corazón.
Los tres hermanos -Regina, Ben y Óscar- forman la parte dominante y malvada de la familia, mientras que James y Alexandra son la parte buena y más noble, junto a la desgraciada Birdie (Jeannine Mestre), esposa de Óscar. Leo (Markos Marín), el hijo de ambos, es el tonto til y acomodaticio, y Addie (Ileana Wilson), la criada negra, es el observador imparcial. El drama está muy bien construido y los nueve personajes conforman una trama sólida, apoyada en un texto de calidad y unos diálogos de primera categoría.
Una impecable traducción y una correcta versión nos lo sirven a domicilio. La ascensión imparable de una nueva clase social arribista, de un capitalismo especulador surgido del comercio y el agro gracias a una crisis institucional que hunde a la antigua aristocracia dominante, hubiera permitido establecer claras asociaciones con la reciente historia española, con esa Transición del franquismo a la democracia que ha sido río revuelto para ganancia de pescadores ávidos, hipócritas y sin escrpulos. Pero Vera ha preferido un historicismo riguroso y ha ambientado la obra en el tiempo y espacio originales. Esta elección o la contraria se prestan siempre a opinar a favor o en contra, pero no podemos dejar de pensar en cómo hubieran resultado unos Hubbard y unos Hiddens con apellidos autóctonos en el contexto de cambio de régimen que hemos vivido estas décadas y que ni siquiera está claro que hayamos superado.
La escenografía de Gerardo Vera es sencillamente apabullante, la mejor que recordamos en varias temporadas. Realista a la antigua usanza, reacción encomiable al exceso de minimalismo y funcionalismo que ha arrasado los escenarios en los ltimos años. Aprovechando el escenario al completo, frente a tanto reduccionismo absurdo. Y apoyado en una excelente conjunción de iluminación, vestuario, caracterización, msica e imagen. Todo ello al levantarse el telón ofrece una de los más contundentes ambientes que puedan contemplarse desde una platea, un escenario teatral a la altura de las grandes producciones de ópera, que como todo el mundo sospecha son el no va más de la escenografía.
Y si hay quen aplaudir la escenografía de Vera, cabe otro tanto con la dramaturgia y la dirección de actores. Buen reparto y gran interpretación colectiva. Si se trata de gustos, comencemos con la sorpresa de Ilena Wilson y la humanidad de Carmen Conesa y Jeannine Mestre; prosigamos con el arco de las esencias varoniles que tensan Héctor Colomé y Víctor Valverde; y no olvidemos a todos los demás, incluida Nuria Espert. Quien no dará un aldabonazo tan rotundo como en su trabajo anterior (La violación de Lucrecia), pero que consigue encarnar un arquetipo de matrona -esas esposa que a menudo han dominado la estructura familiar por encima del padre de familia- condescendiente en apariencia, dictatorial de fondo, suave en las formas, brutal en los designios, sutil equilibrio de apariencia y contundencia cuyo matrimonio es sólo un instrumento y cuya maternidad es apenas un daño colateral.
La Espert, que se inicia rutilante y segura, parece algo cansada y un poco dubitativa cuando su extenso papel llega al final. Lo que debería ser su apoteosis en el ltimo tramo de la pieza queda desdibujado por las dificultades que la autora tuvo para rubricar un convincente final. Sobran veinte minutos y parecen notarlo actores y espectadores cuando al fin cae el telón.
Nuria Espert en La violación de Lucrecia
VALORACIÓN DEL ESPECTCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Texto: 8
Dirección: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 9
Producción: 8
Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
La loba, de Lillian Hellman
Versión de Ernesto Caballero
Dramaturgia y dirección de Gerardo Vera
20 de abril a 10 de junio de 2012
Reparto (por orden alfabético)
Benjamin Hubbard, hermano mayor de Regina Hector Colomé
Alexandra Hiddens, hija de Regina y Horace Carmen Conesa
Regina Hiddens, esposa de Horace Nuria Espert
Oscar Hubbard, hermano de Regina Ricardo Joven
William Marshall, rico empresario del Norte Paco Lahoz
Leo Hubbard, hijo de de Oscar y Birdie Markos Marín
Birdie Hubbard, esposa de Oscar Jeannine Mestre
James Hiddens, esposo de Regina Víctor Valverde
Addie, criada negra Ileana Wilson
Equipo artístico
Traducción de Ana Riera
Vestuario de Franca Squarciapino
Escenografía de Gerardo Vera
Iluminación de Juan Gómez-Cornejo
Msica y espacio sonoro de Luis Miguel Cobo
Videoescena de lvaro Luna
Caracterización de Sara lvarez
Ayudante de dirección, Ral Fuertes
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 Madrid